Creo en lo que la teología reformada ha llamado “la doctrina de la elección incondicional”: la enseñanza bíblica de que nuestra elección desde antes de la fundación del mundo para salvación en Cristo es una obra incondicional de la gracia de Dios, no basada en algo que Él haya previsto en nosotros, sino en su amor soberano conforme a sus propósitos eternos.
Creo que ella tiene implicaciones valiosas para nuestra vida como creyente. He mencionado algunas de ellas aquí. En otras palabras, creo en las doctrinas de la gracia, lo que comúnmente ha sido llamado “el sistema calvinista”, no porque las haya aprendido de Calvino, sino porque he podido verlas por mí mismo en la Palabra de Dios. Y uno de los textos bíblicos más explícitos sobre este tema es Romanos 9.
Sin embargo, creo que muchos calvinistas cometemos el error de pensar que ese es el tema principal de Romanos 9. Nos enfocamos en el árbol de la doctrina de la elección y perdemos de vista el bosque en el que Pablo, guiado por el Espíritu Santo, nos habla sobre ella. Y pienso que esto tiene serias implicaciones para nosotros, como menciono al final de este artículo.