Es necesario predicar con honestidad.
Ser confrontante y exponer el evangelio de forma explícita, hablando tanto de la gracia y el amor de Dios, como de su juicio y el castigo que todos merecemos. Es parte de amar a las personas, aunque se sientan ofendidas o heridas (sobre eso he hablado aquí).
Sin embargo, algo que he notado en el despertar que está ocurriendo en Latinoamérica con respecto a la lucha por el evangelio contra las falsas enseñanzas, es que muchas veces se olvida hablar la verdad en amor.