Una de las prácticas más populares entre muchos predicadores consiste en hacer un llamado al altar al final del sermón.
Comprendemos que para muchas personas, esa práctica es bastante especial, y para millones de evangélicos esa es posiblemente la única forma (o la mejor) de terminar un sermón o evangelizar.
Pero, ¿es bueno hacer llamados al altar cuando terminamos un sermón? ¿Es bíblico? ¿Es saludable para nuestras iglesias locales?