Lo vemos en muchas iglesias durante todo el año, pero la moda es más intensa en diciembre y enero: personas apasionadas por declarar prosperidad, éxito y bendiciones para que estas cosas vengan a sus vidas por obra de Dios.
Como muchos creyentes, crecí en círculos evangélicos donde esta práctica es común. Pero cuanto más leía la Biblia, más notaba que algo está mal con esta doctrina moderna de «declarar» y recibir prosperidad. Y no soy el único que piensa así.
Un mensaje sobre declarar prosperidad
Hace algunas semanas compartí en Instagram un tuit en el que decía que «No necesito “declarar” cosas para que se cumpla, porque los planes de Dios son mejores que los míos».
Para mi sorpresa, la publicación se volvió viral. Llegó a tener más de treinta mil «me gusta» en cuestión de días y recibí muchos mensajes al respecto. Creo que la idea hizo «clic» en muchas personas.
Sin embargo, entiendo que hay creyentes (me atrevo a decir que muchos son genuinos) para quienes declarar es algo importante y que les parece bíblico. Pensando en eso, quisiera explicar un poco más mi convicción de que los cristianos no debemos seguir esta práctica.
Estas son tres razones para no declarar prosperidad: