Muchas veces pensamos que el evangelio es un punto intermedio entre dos polos opuestos: el legalismo y el antinomismo.
Estas dos palabras son sumamente importantes, y vale la pena repasarlas.
- El legalismo es la idea y actitud del corazón que afirma que podemos ganarnos el favor de Dios y la salvación por nuestra obediencia.
- El antinomismo (que viene del griego y significa “contra ley”) es la actitud y enseñanza de que podemos relacionarnos con Dios y vivir en plenitud sin obedecer su Palabra.
Al ver las dos definiciones, ¿ves lo fácil que es pensar que son dos actitudes completamente opuestas? Y también sería fácil pensar que vivir conforme al evangelio consiste en ser balanceados entre los dos puntos. Por ejemplo, no es raro ver iglesias o creyentes que, combatiendo el legalismo, terminan siendo antinomianos cuando solo querían ser equilibrados y centrados en el evangelio.
¿Pero qué pasaría si aprendemos que el legalista y el antinomiano tienen más en común entre ellos que entre un cristiano genuino y un legalista, o un cristiano y un antinomiano?
La verdad es que el legalismo y el antinomismo no son polos opuestos en un espectro, sino dos cabezas en el cuerpo del mismo monstruo. Y el evangelio no es un punto intermedio entre ambos males. El evangelio, en realidad, es algo totalmente diferente, y las implicaciones de esto son inmensas para la vida cristiana.