Estas cortas (muy cortas) palabras de Lutero a un pastor desanimado son sencillas, pero necesarias de vez en cuando.
Necesitas predicarte el evangelio a ti mismo
¿Alguna vez te has preguntado porqué somos infelices, a pesar de que somos cristianos? Déjame explicar a qué me refiero.
Si eres un creyente genuino, sabes que Dios muestra Su amor para con nosotros en que Cristo murió por nosotros (Rom. 5:8). No tenemos razones para temer del futuro o sentirnos solos. Dios nos ha dado promesas magníficas a lo largo de toda Su Palabra y ha demostrado cuan fiel es Él.
Y sin embargo, muchas veces no nos emocionamos ante esto como deberíamos, ¿no es cierto? Tenemos todas las razones del mundo para ser felices, pero con frecuencia no vivimos como personas que se gozan en la fidelidad y amor de Dios. En cambio, es común ver a cristianos amargado, abatidos, deprimidos y angustiados a menudo por diversas razones. Infelices.
¿A qué se debe eso? He aprendido —y necesito recordarlo— que una gran parte de nuestra infelicidad en nuestro diario vivir se debe a que necesitamos recordar más las cosas que ya sabemos y hemos creído. En otras palabras, necesitamos predicarnos el evangelio a nosotros mismos.
Si la salvación no se pierde, ¿por qué no seguir andando en pecado?
Una de las verdades más preciosas en el universo, es el hecho de que Dios prometió terminar lo que empezó en todos sus redimidos (Romanos 8:30; Filipenses 1:6).
Es lo que en los círculos reformados se conoce como la doctrina de la perseverancia de los santos o, como algunos preferimos llamarle, la doctrina de la preservación de los santos: La enseñanza bíblica de que la salvación nunca se pierde si en verdad hemos sido salvos, porque Dios se asegura de preservarnos haciéndonos perseverar en el camino de la fe.
Nancy Fuenmayor (1941-2017)

Abuelita el día de mi boda. (Recorté la foto para que solo saliera ella, pero a los lados estamos mi papá y yo).
El pasado 6 de noviembre mi abuelita (no le gustaba que la llamara “abuela”) Nancy partió a la presencia del Señor. Creo que unas breves palabras sobre ella son dignas de mención aquí, debido a la bendición que ha sido para mi vida. Ella es de esas personas que, aunque son desconocidas en la tierra, son bastante conocidas en el cielo.
Crecí escuchando sus relatos de viajes misioneros. Décadas atrás, ella recorrió toda Venezuela predicando el evangelio y buscando formar discípulos. Aunque no puedo decir que fui convertido bajo su enseñanza, sus lecturas de la Palabra causaron una enorme influencia en mí. Desde que yo era pequeño, hasta el día de su muerte, ella siempre oraba por mí para que yo fuese un instrumento en las manos de Dios.
Whitefield y Spurgeon sobre las doctrinas de la gracia
Siempre he encontrado interesante la forma en que grandes teólogos y predicadores de la iglesia han hablado de las doctrinas de la gracia, también llamadas los “cinco puntos del calvinismo”.
Contrario a lo que algunas personas suelen pensar o decir, estas doctrinas no apagan el evangelismo, sino que lo avivan, como vemos ejemplificado en los ministerios de Charles Spurgeon (conocido como el Príncipe de los predicadores) y George Whitefield (el mayor evangelista desde los tiempos apostólicos).
Día de la Reforma 500: De vuelta a Cristo
“El verdadero tesoro de la Iglesia es el santísimo evangelio de la gloria y la gracia de Dios” — Martín Lutero (tesis 62).
La mayoría de los cristianos no imagina que sin la Reforma Protestante, no sólo el verdadero evangelio tal vez no hubiese llegado a nosotros, sino que incluso no habrían Biblias en nuestro idioma y quizás hasta fuésemos analfabetas.
Antes de la Reforma hubo hombres como Peter Waldo, John Wycliffe y Jan Hus que de alguna forma fueron pre-Reformadores, pero históricamente se recuerda al 31 de octubre de 1517 como el día en que la Reforma Protestante inició.
Aquel día un monje agustiniano bastante peculiar, llamado Martín Lutero, clavó a la puerta de la catedral de Wittenberg sus 95 tesis en las que argumentaba contra la forma en que se vendían indulgencias en la Iglesia Católica Romana.
Este hombre amaba la verdad y cuando vio que incluso personas cercanas a él estaban comprando indulgencias, supo que debía exponer lo que él vio en la Biblia y llamar a debatir a otros teólogos sobre el tema.
R.C. Sproul señala:
«[Lutero] no quiso encender un fuego nacional o internacional. Alguna gente, probablemente estudiantes, cogieron esas tesis e hicieron uso del maravilloso nuevo invento de Gutemberg—la imprenta. En dos semanas las tesis estaban siendo discutidas en Alemania. Bainton presta una expresión de Karl Barth para explicar lo que sucedió: “Lutero era como un hombre ascendiendo en la oscuridad de la escalera de caracol, en la cima de una vieja catedral. En esas penumbras, él trató de sostenerse, y su mano cogió una soga, que era la soga de la campana.»[1]Sproul, R. (1998). La Santidad de Dios (pp. 70–71). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.
Luego de eso, aparentemente los sucesos se salieron de control cuando las tesis llegaron a las manos del papa Leo X (quien en un inicio pensó que Lutero estaba borracho cuando las escribió) y se divulgaron por toda Europa.
Digo que aparentemente los eventos se salieron de control, porque en realidad siempre estuvieron bajo el control de Alguien. Nada sorprendió a Dios, quien es soberano en los cielos y en la tierra y orquestó la Reforma para alabanza de la gloria de Su gracia. Como Stephen Nichols señala, “el verdadero personaje en el día de la Reforma no es Lutero, es la Palabra de Dios”[2]http://5minutesinchurchhistory.com/what-is-Reformation-day/. Esta Palabra transformó a Lutero y causó la Reforma.
Lutero conoció en la Palabra de Dios que el hombre es justificado únicamente por medio de la fe. Romanos 1:17, “el justo por la fe vivirá”, lo transformó. Él había vivido abrumado por la imposibilidad de satisfacer la justicia de un Dios santo, pero el evangelio le dio la paz que no se consigue en ninguna otra parte.
En los días de los comienzos de la Reforma escribió:
“Al fin, por la misericordia de Dios, meditando día y noche, presté atención al contexto de las palabras [de Romanos 1:17]. Allí comencé a comprender que la justicia de Dios es aquello por lo cual el justo vive gracias al don de Dios, es decir, la fe. Y este es el significado: la justicia de Dios es revelada por el evangelio, es decir, la justicia pasiva con la cual el Dios misericordioso nos justifica por fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’. Entonces sentí que había nacido de nuevo por completo y que había entrado al paraíso a través de puertas que estaban abiertas”[3]Steven Lawson, La heroica valentía de Martín Lutero (Poiema Publicaciones, 20017), p. 11..
Este redescubrimiento del evangelio lo cambió todo. Por eso “la Reforma representa un movimiento de colocar a Dios, tal como Él se revela en Cristo, en el centro de la vida y pensamiento de la Iglesia”[4]Trueman, C. R. (2001). Reformation: Yesterday, Today and Tomorrow [Reforma: Ayer, hoy y mañana] (p. 17). Ross-shire: Christian Focus Publications.. Este movimiento impactó al mundo, porque cuando la Iglesia se fortalece en la verdad, brilla con más intensidad y su influencia crece en la sociedad.
Hoy es un día para que demos gracias a Dios por la Reforma, y también un día para que reflexionemos: Mientras hayan personas perdidas en sus pecados, y existan congregaciones afirmando un falso evangelio, no viviendo para la gloria de Dios y rechazando la autoridad de las Escrituras, todavía hay necesidad de proclamar el verdadero evangelio y anunciar la Palabra de Dios.
¡Que el Señor nos use para Su gloria!
Una versión de este artículo apareció primero en Soldados de Jesucristo.
Referencías
Orar en las mañanas: confesiones y lecciones
“Prefiero enseñar a un hombre a orar que a diez hombres a predicar”
— Charles Spurgeon
Son muchos los cristianos a lo largo de la historia que han testificado de la importancia de la oración matutina, y creo que todo cristiano entiende que debe empezar sus mañanas buscando el rostro de Dios, conociéndolo en Su Palabra, derramando su corazón a Él en oración.
Si nuestro Señor Jesucristo oraba mientras otros dormían, ¿por qué nosotros tendríamos que hacer menos? (Marcos 1:35)
¿Por qué no dedicar al Señor de manera más plena las horas en las que estamos más alertas?
La sencillez del llamado a predicar
Imagina a dos cristianos, Juan y Pedro. Ambos quieren honrar al Señor y por eso buscan predicar la verdad con seriedad, en todo tiempo, con paciencia y doctrina, tal como enseña la Biblia (2 Ti. 4:1-2).
Juan parece ser más exitoso en su predicación, pero Pedro no tanto. Juan ve muchas conversiones entre sus familiares, amigos y compañeros del trabajo, mientras Pedro ve a pocas personas siendo cambiadas por el evangelio.
Quiero que te hagas esta pregunta: Cuando Juan y Pedro estén en la presencia del Señor, ¿cuál de los dos será galardonado por nuestro Dios? ¿Cuál de los dos habrá obedecido? La respuesta es… ambos.
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