¿Nuestra fe es un don de Dios, o no? ¿La fe es algo que Dios nos regala para que seamos salvos, o se trata un producto de nuestros propios corazones?
Esta pregunta es crucial. Si nuestra fe (nuestra confianza en Cristo, quien es el objeto de nuestra fe) no es un don de Dios, sino que es algo que surge de nosotros, podríamos decir que contribuimos algo en nuestra conversión —lo cual nos conduce a estar menos agradecidos de lo que deberíamos estarlo ante Dios.