Seguro has escuchado la historia de un niño prometido que venció a un malvado señor serpiente conforme a una profecía. El enemigo trató de evitar este desenlace e incluso planificó matar al niño cuando era bebé, pero el niño logró crecer como fue prometido. Y cuando llegó la hora del enfrentamiento final, él venció al maligno por medio del acto de amor más grande: dando su vida por sus amigos. Cuando parecía que sería su fin, logró levantarse de entre los muertos para así disfrutar la victoria que obtuvo sobre el mal.
Es la historia de Harry Potter, una de las sagas de libros más influyentes y vendidas de las últimas décadas. Pero lo mismo podría decirse del evangelio ¿no es cierto? De hecho, la saga de Rowling está llena de “ecos” del evangelio. Piensa por ejemplo en La cámara secreta: el héroe de la historia desciende a las profundidades más bajas para rescatar a su novia aplastando la cabeza de una serpiente, aunque llegó a ser herido por su veneno.
No digo que los libros de Harry Potter son cristianos, ni que la autora de ellos es un ejemplo para nosotros. Pero creo que el “préstamo” que tomó J.K. Rowling de la narrativa del evangelio está en el corazón del atractivo de la saga, solo que muchos no están conscientes de esta realidad.