Si Dios no fuese soberano sobre todo en el universo, entonces no tendríamos razones para confiar en Él y atesorar sus promesas. Seguro sería una deidad frustrada e infeliz. ¿Qué sentido tendría adorar a un “dios” incapaz de hacer lo que quiera? ¿Para qué confiar en un “dios” sin autoridad sobre todo, y al que se le escapen cosas de sus manos? ¿Cómo seríamos felices en Él?
Pero el Dios verdadero sí es soberano. “Todo cuanto el Señor quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos” (Salmo 135:6). La Biblia habla tanto sobre la soberanía de Dios, ¡que sería fácil pensar que este es Su atributo favorito! Él gobierna sobre cosas que parecen azar (Pr. 16:33), los gobiernos de este mundo (Dn. 4:34-35), las tragedias que ocurren en el planeta (Is. 45:7), nuestros planes diarios (Stg. 4:13-15), y todo lo demás.