Estás viendo lo hermoso luce que el versículo de la Biblia en una imagen en Instagram. Puedes ver la fotografía en el fondo adornando el texto. Es un hermoso paisaje. También puedes ver rápidamente a personas dejando comentarios de aprobación en la publicación, como también dejando emojis: manitos orando, manitos arriba, me gusta, cara feliz, cara con lágrimas de gratitud.
Luego haces scrolling en la pantalla del teléfono. Sigues adelante para ver la siguiente publicación seleccionada por los algoritmos que gobiernan tu consumo calórico digital. Puede que te encuentres más adelante con más versículos puestos en imágenes hermosas. Mejor aún, ¡un carrusel de versículos y frases edificantes!
¿Nunca te has preguntado el impacto de esto en tu mente? En mi libro Espiritual y conectado hablo al respecto. Reflexiono en cómo las redes sociales nos vuelven más superficiales y nos enseñan a ver todo lo que contemplamos allí —el meme de un gato tocando el piano o el versículo bíblico— como igual de importantes.
Pero en esta reflexión solo quiero enfocarme en algo obvio que tendemos a olvidar: la Biblia es más que un versículo en Instagram o cualquier otra red social. Si todo lo que lees de la Palabra de Dios durante el día son imágenes en redes sociales, no deberías esperar profundizar en tu conocimiento de Dios.