“Tu misericordia, oh Señor, se extiende hasta los cielos,
Tu fidelidad, hasta el firmamento” (Salmo 36:5).
En los primeros versículos del salmo 36 vemos reflexionar a David sobre la maldad del corazón impío. A veces podemos creer que la descripción que él presenta no tiene nada que ver con nosotros, pero en realidad sí. El apóstol Pablo cita el primer versículo de este salmo para resumir la condición pecadora de toda la raza humana (Ro. 3:18). A los ojos del Señor, todos hemos pecado por vivir sin temor delante de Él. Por eso merecemos Su juicio sobre nosotros. Estas son las malas noticias de la Biblia.
Pero sabemos que eso no es todo lo que enseña la Palabra de Dios. Si nuestro pecado es inmenso, la misericordia de Dios es más inmensa aún, como nos recuerda este salmo. De hecho, Dios siempre nos trata en esta vida mucho mejor de lo que merecemos. Toda dificultad que atravesamos en este lado de la eternidad es pequeña en comparación a lo que merecemos por nuestro egoísmo, orgullo y rebelión ante Dios.