¿Alguna vez te has preguntado porqué somos infelices, a pesar de que somos cristianos? Déjame explicar a qué me refiero.
Si eres un creyente genuino, sabes que Dios muestra Su amor para con nosotros en que Cristo murió por nosotros (Rom. 5:8). No tenemos razones para temer del futuro o sentirnos solos. Dios nos ha dado promesas magníficas a lo largo de toda Su Palabra y ha demostrado cuan fiel es Él.
Y sin embargo, muchas veces no nos emocionamos ante esto como deberíamos, ¿no es cierto? Tenemos todas las razones del mundo para ser felices, pero con frecuencia no vivimos como personas que se gozan en la fidelidad y amor de Dios. En cambio, es común ver a cristianos amargado, abatidos, deprimidos y angustiados a menudo por diversas razones. Infelices.
¿A qué se debe eso? He aprendido —y necesito recordarlo— que una gran parte de nuestra infelicidad en nuestro diario vivir se debe a que necesitamos recordar más las cosas que ya sabemos y hemos creído. En otras palabras, necesitamos predicarnos el evangelio a nosotros mismos.

Anteriormente he hablado sobre los