“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35)
La verdad es gloriosa. Jesús es esa verdad (Juan 14:6). Pero nosotros somos pecadores a los que falta mucho en su crecimiento, hasta llegar a la imagen de Cristo (Efesios 4:13) y es por eso que “en nombre de la verdad” podemos pecar y traicionar lo que significa esa verdad.
Eso es algo sobre lo que he estado pensando. Específicamente, en relación a la división entre personas que aman a Cristo.
Es fácil rechazar a alguien, aún si realmente confía en Cristo y lo ama, porque tiene algunas fallas doctrinales y carece de mayor madurez espiritual. Pero sobre todo es triste, porque un hermano en la fe (sea maduro o no) es alguien que no fue rechazado por Cristo, y por tanto rechazarlo es una forma de rechazar a Cristo. Es como decir «mírame Dios, soy mejor que tú a la hora de escoger a quien recibir como hermano y a quien no».