«No se asocien íntimamente con los que son incrédulos. ¿Cómo puede la justicia asociarse con la maldad? ¿Cómo puede la luz vivir con las tinieblas?» (2 Corintios 6:14 NTV)
La traducción más popular de ese versículo dice «no se unan en yugo desigual». Eso es algo que yo hacía hace años, y en aquel entonces ésta advertencia no me importaba para nada.
Muchas personas no lo saben, pero la novia que tuve en mi adolescencia es agnóstica. Sin embargo, aunque yo no había nacido de nuevo, creía en que había un “dios” y creía cada día un poco más lo que enseña la Biblia, y tenía cierta esperanza de que algún día ella, mi novia de aquella época, creyera eso para que su vida fuera mejor (en aquel entonces yo no creía en el verdadero evangelio).
La relación no funcionó y todo acabó hace muchos años. Desde entonces Dios me enseñó algunas cosas…
Reflexionando sobre el yugo desigual.
Esa experiencia y comparar cómo es mi vida ahora y cómo era antes, me ha llevado a darle una mirada honesta a lo que la Biblia llama “yugo desigual”. Eso es lo que me ha llevado a escribir esta reflexión que estás leyendo, ya que veo con frecuencia como muchos cristianos y cristianas desobedecen la Palabra de Dios y empiezan una relación sentimental íntima con personas que no siguen a Jesús.
Entiendo que para muchas personas resulte injusto que Dios nos ordene no iniciar una relación íntima con alguien que no tenga una fe genuina en Jesús y una vida que muestre frutos que glorifiquen su nombre. “Yo simplemente me enamoré” dicen algunas personas cuando se quejan del mandato de no andar en yugo desigual.
Muchas veces creemos que por andar con una persona no cristiana, esa persona se convertirá con el tiempo en cristiana. ERROR. La realidad es algo distinto a eso. Esos casos en donde una persona se convierte al evangelio por tener una pareja cristiana son uno en un millón, y en la mayoría de ellos, la conversión no es genuina y no muestra frutos. Como bien dice alguien (cuyo nombre olvidé), una relación sentimental en yugo desigual no es una forma de evangelismo.
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¿Por qué Dios condena el yugo desigual?
Tal vez en algún lugar del mundo, justo en este mismo momento, hay un chico o una chica que se encuentre en una relación de yugo desigual y está triste al analizar seriamente que esa relación debería terminar.
Esa persona debería saber que es más sabio y sano sufrir ahora, que sufrir cuando la relación se encuentre en la encrucijada a la que todas las relaciones llegan tarde o temprano (aunque muchas de ellas no se den cuenta). Una encrucijada entre dos caminos: El que lleva Dios y el que lleva al dolor y el llanto.
El problema es que muchos olvidan que la Persona que nos llama a no unirnos en yugo desigual, no es un Dios ególatra que quiere vernos sufrir separados de una persona de la cual nos sentimos enamorados. El ser todopoderoso que te ordena que no te unas en esa clase de relación, no es la persona que más te odia. Al contrario, es la Persona que más te ama. Nos conviene hacerle caso.
Luego de una relación con Dios, la relación que más nos define y afecta nuestro futuro es la relación con la persona humana ante la cual somos más vulnerables y abiertos: La persona con la que compartiremos el resto de nuestras vidas. Sinceramente, no vale la pena y las lágrimas compartir tu vida con una persona que ni siquiera tiene verdadera vida (Juan 14:6).
Y es que debemos examinar nuestros verdaderos motivos para desobedecer a Dios y entrar en una relación de yugo desigual. Seguramente encontraremos que cuando desobedecemos y pecamos, tratamos de llenar nuestras vidas a nuestra manera, por no tener gozo en Dios, por no conocerlo en realidad como Él se nos ha revelado en Su palabra. «Ama cuando estés listo, no cuando estés solo». Cuando tenemos a Cristo, las cosas que no tenemos no las necesitamos. Confiemos en las promesas de Dios para nuestras vidas de que nada nos falta y nada nos faltará.
«Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque este determina el rumbo de tu vida» (Prov 4:23)
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