Un día, después de algunos meses sin viajar, mientras estaba en el aeropuerto, en el avión, y compartiendo un buen rato con mi esposa, sentía que algo en mi bolsillo izquierdo me atraía. Era mi teléfono. Era como si me estuviera diciendo: “Ven, toma algunas fotos para que compartas en Instagram. Esto tendría muchos likes, créeme”. Era como si el Emperador de Star Wars me estuviera tentando a abrazar el lado oscuro de la fuerza.
Parece que estoy lejos de ser el único que siente ese llamado en ciertos momentos. Para muchas personas, si algo no está publicado en las redes sociales en verdad no ocurrió. Parece que hemos abrazado una forma de ver la vida en la que lo único que vale la pena es aquello que es publicado, aprobado por otros, y nos hace lucir mejores o con un estilo de vida deseable.


