Una de las tragedias más grandes en nuestros días es ver a líderes cristianos volverse adictos a las redes sociales. Esta adicción se hace evidente cuando dejan de ser productivos por pasar demasiado tiempo en sus teléfonos y pierden credibilidad al responder imprudentemente a las noticias del momento, en vez de enfocarse en cumplir con fidelidad el llamado que tienen de parte de Dios.
¿Por qué es una tragedia? Porque todo líder cristiano (en la iglesia, ministerios, organizaciones o empresas), sin importar si lidera a cinco o mil personas, debe estar por encima del estándar de las conductas comunes en este mundo y carentes de sabiduría. Somos llamados a ser ejemplares en nuestro carácter, manejo del tiempo y pasión por el evangelio.
Tengo que reconocer que aún tengo mucho por crecer en el Señor. Pero gracias a Dios he podido enseñar durante casi una década en iglesias y a líderes sobre la vida cristiana en nuestros días de redes sociales, y sobre los peligros que pueden representar para nuestra espiritualidad y liderazgo a pesar de sus beneficios obvios. Cada día estoy más convencido de que los líderes no somos inmunes a las tentaciones de la conectividad de nuestra época. De hecho, dependiendo de nuestro uso de la tecnología, puede que estemos más expuestos a tales desafíos.
No podemos combatir los retos de nuestra era digital si no los identificamos primero. Mientras en mi libro Espiritual y conectado expongo con mucho más detalle los desafíos de las redes sociales y cómo el evangelio nos da la sabiduría para enfrentarlos, a continuación quisiera identificar brevemente tan solo cinco peligros pensando especialmente en el líder cristiano.
1) El peligro de marginar tu intimidad con Dios
Las redes sociales están hechas para ser adictivas de muchas maneras. Ellas son «gratis» para nosotros porque somos finalmente el producto que ofrecen a los anunciantes. Lo que más quieren las redes sociales es nuestra atención, pues de eso dependen los ingresos de estas plataformas.
Así que el principal peligro para nuestro liderazgo es que seamos distraídos hasta el punto de que estemos más preocupados por lo que vemos y hacemos en Internet que por servir en donde Dios nos puso. Sin embargo, algo más fundamental es lo que esta distracción representa para nuestra espiritualidad. Piensa en esto: ¿cómo podemos ser líderes piadosos en las tareas a las que Dios nos llama si permitimos que las redes sociales desvíen constantemente nuestra atención? ¿Cómo cultivar nuestra intimidad con Dios si estamos más familiarizados con las redes sociales que con Su presencia?
No es malo en sí mismo usar las redes sociales para mantenernos informados de lo que esté pasando (aunque hay medios de información más confiables) o compartir contenido edificante. «Pero una sola cosa es necesaria», le dijo Jesús a Marta, y también nos lo dice a nosotros (Lc 10:41-42).
Necesitamos priorizar nuestros tiempos a los pies del Señor para escuchar su voz y ser moldeados por Él para el servicio a los demás. Lo que Dios tiene para decirnos en la intimidad es más importante que todo contenido que veamos en internet . Derramar nuestro corazón en oración delante de Él es un privilegio y una necesidad que no debemos marginar.
2) El peligro de vivir para agradar a los hombres
Hay psicólogos que explican cómo hacemos apuestas dentro de nuestras mentes siempre que publicamos algo en redes sociales: ¿Cuántos «me gusta» tendré? ¿Quiénes van a comentar? ¿Quiénes verán mis historias? Esta incertidumbre fomenta una adicción a las redes sociales, como la que sienten las personas por las máquinas tragamonedas en casinos.
Las apuestas son adictivas para nosotros. Sentirnos cerca de ganar el «premio» que nos ofrecen o mantener una buena racha nos lleva a seguir apostando. En las redes sociales, esta dinámica nos lleva a publicar más contenido para ver cuánta validación social recibimos y nos empuja a entrar constantemente a esas apps para revisar cómo otros responden a nuestras publicaciones. Por eso estas plataformas siempre te destacan cuántas muestras de aprobación recibes. Nuestra sed de aprobación social y disposición a seguir «apostando» es crucial para su éxito.
Por eso he escrito antes que ser un influencer o líder cristiano en Internet y vivir más para el ojo de Dios que para los ojos de otras personas puede ser tan difícil como nadar a contracorriente en un río caudaloso. Estás en un entorno que siempre fomenta el buscar agradar a la gente y ver cómo otros reaccionan a ti. Esto nos tienta a volvernos solitarios fuera de Internet, pues preferimos estar en un ambiente digital donde obtenemos aprobación con más facilidad. También nos empuja a aparentar ser lo que no somos y actuar como fariseos hipócritas contra otras personas en las redes sociales, para justificarnos a nosotros mismos y amplificar nuestra virtud.
No podemos vivir para el «me gusta» de los hombres y para el Señor al mismo tiempo . Como escribió Pablo: «Porque ¿busco ahora el favor de los hombres o el de Dios? ¿O me esfuerzo por agradar a los hombres? Si yo todavía estuviera tratando de agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo» (Gá 1:10).
3) El peligro de pecar en la multitud de palabras
El libro de Proverbios dice que «En las muchas palabras, la transgresión es inevitable, pero el que refrena sus labios es prudente» (Pr 10:19).
Esto significa que es imposible no pecar de alguna manera si pasas el día publicando contenido en Internet —subiendo historias en Instagram, grabando vídeos con tus opiniones sobre noticias, lanzando tweets que pasan por tu mente en respuesta a otras publicaciones, etc (las cosas que hoy se supone que debes hacer para ser «relevante»).
En las muchas palabras podemos pecar de varias formas: exaltándonos a nosotros mismos, presentándonos como expertos en asuntos en los que no lo somos, siendo imprecisos al hablar, exagerando para llamar la atención, promocionando nuestra piedad y de muchas otras maneras. Cuanto mayor es el alcance de nuestro liderazgo, también es el impacto que nuestro pecado e imprudencia puede tener en nosotros y en quienes servimos. Por eso Santiago advierte: «Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo. Porque todos fallamos de muchas maneras. Si alguien no falla en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo» (Stg 3:1-2).
Yo suelo ser tentado a creerme más sabio de lo que soy cuando veo la cantidad de personas que me siguen en redes sociales, pensando que eso justifica expresarme con mayor rapidez en Internet. (A veces caigo en la trampa, para mi vergüenza lo digo). Pero la verdad es que las redes sociales no nos hacen automáticamente más sabios. Ellas solo nos hacen más ruidosos. Poseer un micrófono no significa que debemos hablar todo lo que queramos con él . Tampoco significa que el mundo o la iglesia necesite escuchar todo lo que deseemos decir.
Por eso es crucial orar: «SEÑOR, pon guarda a mi boca; Vigila la puerta de mis labios» (Sal 141:3), mientras recordamos que no necesitamos mantenernos hablando mucho para ser líderes fieles al Dios que nos ama.
4) El peligro de abrazar una visión distorsionada del mundo
Las redes sociales no nos presentan una visión fiel del mundo que nos rodea . En cambio, nos presentan una «realidad» ordenada por algoritmos de manera específica para cada uno de nosotros a fin de capturar más y mejor nuestra atención.
En esta visión parcial, las noticias importantes son las que más nos indignan o llaman la atención, nuestras opiniones rara vez son confrontadas y podemos estar más atentos a controversias lejanas que nos interesan, que a peligros cercanos que ignoramos.
Por ejemplo, gracias a las redes sociales, puede ser fácil creer que las controversias que más nos parece que se debaten en ellas son en realidad las más importantes que deberíamos abordar en nuestros entornos inmediatos. También es fácil andar realmente desinformados de lo que está pasando en el mundo, al ver solo un lado de las noticias que consumimos y nos venden los medios que más leemos.
Si nuestra visión del mundo es formada de manera significativa por las redes sociales, ¿cómo podremos liderar con fidelidad, aplicando la Biblia a los desafíos principales en nuestros tiempos y contextos particulares? Corremos el peligro de dejar que los algoritmos de las redes sociales, y no la Biblia aplicada en nuestro contexto, sea lo que en verdad dirija nuestro liderazgo y la forma en que nos conducimos en nuestros días turbulentos.
5) El peligro de socavar tu pensamiento profundo
Muchos líderes oramos para poder ser usados por Dios y deseamos ser, si es posible, los siguientes Spurgeon, Calvino y Lutero, mientras ignoramos que ellos no hubieran sido lo que fueron si hubieran pasado el tiempo en las redes sociales durante los años más importantes de su formación intelectual.
Como las redes sociales y la mayoría de las apps y sitios web que visitamos están hechos para capturar nuestra atención y redirigirla constantemente, esto forma en nosotros el hábito de pensar en ráfagas en vez de pensar con detenimiento. Nuestra capacidad de atención se convierte en un músculo atrofiado sin la fuerza suficiente para levantar lo que podríamos llamar «pesas mentales», es decir, tener pensamientos pesados o profundos. Se nos dificulta mantener nuestra atención enfocada en cualquier cosa que no sea una pantalla con colores brillantes, notificaciones y contenido de consumo rápido.
Esto se evidencia cuando nos cuesta mucho concentrarnos en el estudio de la Palabra, la preparación de un sermón, la planificación de estrategias o incluso las conversaciones con otras personas. Esta realidad afecta nuestra santificación y productividad como líderes, porque no podemos crecer a imagen de Cristo ni ser buenos mayordomos de nuestras capacidades mentales si somos superficiales y agitados en nuestro pensamiento.
Una de las ironías del liderazgo en la era digital es que, al pasar mucho tiempo en redes sociales y percibir que allí adquirimos cierta influencia a corto plazo, puede que estemos sacrificando nuestra mayor influencia futura. Descuidamos la capacidad de atención necesaria para servir cada vez mejor a la iglesia y nuestros ministerios u organizaciones con enfoque y sabiduría, lo cual Dios se complace en usar para aumentar nuestra credibilidad y fortalecer nuestro liderazgo a lo largo del tiempo.
Palabras finales
Oro para que puedas ver este escrito como un llamado de emergencia a cuidar tu corazón en nuestra era hiperconectada y buscar el discernimiento espiritual que necesitamos. Dios desea que seamos siervos para su gloria, que reflejemos su carácter y le sirvamos de todo corazón mientras exaltamos al Señor que murió y resucitó por nosotros. Él es infinitamente más digno de nuestra devoción que las redes sociales y lo que ellas nos ofrecen.
La iglesia y el mundo necesitan líderes íntegros, serviciales y enfocados en lo eterno. Que Dios nos conceda ser esa clase de hombres y mujeres en nuestra generación.