Los últimos meses han sido los más difíciles hasta ahora para la imagen pública de Facebook como plataforma y como empresa —ahora llamada Meta— que además es dueña de Instagram y WhatsApp.
Todavía hace ruido la forma en se divulgaron nuevos detalles sobre cómo la compañía maneja los mayores problemas de sus plataformas. Estas revelaciones solo exponen más de lo que varios expertos e investigadores han reportado durante años, incluso en documentales como El dilema de las redes sociales (2020): hay un lado oscuro en esta plataforma y empresa masiva.
Los creyentes que usamos las apps de Meta y otras redes sociales casi omnipresentes en nuestro día a día, incluso como iglesias y con fines ministeriales, no deberíamos ignorar esta realidad si queremos ser sabios en nuestra era digital. Las redes sociales pueden ser de gran utilidad para muchas cosas buenas, pero no todo lo que brilla es oro.
Considera a continuación algunas de las revelaciones recientes sobre esta compañía.
Facebook (Meta) al descubierto
La ola reciente de denuncias comenzó en octubre cuando Frances Haugen, exempleada de la empresa, reveló en televisión cómo la empresa escondió los resultados de una investigación sobre el impacto de Instagram en los adolescentes. La investigación señaló varios efectos nocivos de la red social en la salud mental de los jóvenes, empeorando los problemas que tienen con su imagen corporal y seguridad personal.
Nada de esto debería sorprendernos. ¿Qué más puedes esperar cuando tienes una plataforma donde los jóvenes son invitados las 24 horas del día a subir fotografías para que sean aprobadas por otros (dando «me gusta») y en donde pueden compararse unos con otros? Sin embargo, lo llamativo es que Facebook (Meta) sabía de este problema y lo ignoró mientras avanzaba la idea de una versión de Instagram para niños (ahora pospuesta).
No es de extrañar que la compañía ocultase ese informe. Un elemento atractivo de las redes sociales es su capacidad para permitirnos presumir el lado bueno de nuestras vidas , compararnos con otros y participar en lo que podríamos llamar «concursos sociales implícitos» con nuestros contactos. Pero las nuevas revelaciones no terminan aquí.
Haugen también habló de cómo se ignoró información interna que mostraba la forma en que los mensajes de odio sirven para mantenernos enganchados como usuarios, y cómo el contenido tóxico se amplificaba con facilidad en la red social. Además, entregó a la prensa documentos internos que muestran más detalles sobre estos y otros problemas.
Por ejemplo, los documentos muestran que empleados de Facebook habían expresado preocupación por la desinformación en la plataforma, el crecimiento de noticias falsas y teorías de conspiración. Ellos creían que la compañía pudo haber hecho más para impedir esto de cara al caos mediático observado durante las últimas elecciones presidenciales en los Estados Unidos.
También salió a la luz que hace un par de años Apple amenazó con retirar de su tienda de apps la aplicación de Facebook, debido al uso que se le estaba dando por usuarios para el tráfico de personas en el Oriente Medio. La red social prometió que tomaría medidas ante el problema para permanecer en la tienda de aplicaciones, pero tales medidas no han sido tan efectivas hasta ahora. Los documentos implican que la empresa infravaloró este asunto serio.
¿Qué sigue después?
Ojalá este tipo de males solo estuviesen en la familia de apps de Meta, pero también son comunes en otras redes sociales como Tik Tok, Youtube y Twitter, entre otras.
Así que tiene sentido que las autoridades judiciales, tanto en Estados Unidos como en Europa, estén debatiendo sobre cómo desarrollar un mejor marco legal para las empresas detrás de estas plataformas sociales y establecer mecanismos que protejan mejor la salud mental y vida de las personas. Estas son tecnologías que aún son revolucionarias y necesitan ser reguladas de alguna forma. Son como motocicletas que nuestra sociedad está usando sin cascos porque, en medio de tanta novedad, aún no es totalmente consciente del peligro de tener un accidente ni toma medidas al respecto.
Tal y como el uso de cascos es obligatorio en casi todos los países para poder circular en motocicleta, es bueno que los gobiernos consideren traer más regulación a las redes sociales, siempre que no se limite innecesariamente la libertad de las personas. Esto es parte del rol legítimo del Estado en su tarea de preservación del orden social y la salud mental de sus ciudadanos.
Para dar otro ejemplo, considera las restricciones en muchos países para la venta de cigarrillos o alcohol a menores de edad. Las redes sociales pueden ser tan adictivas como esas sustancias si las usamos sin discernimiento. ¡Trata de esconderle su teléfono a un adolescente promedio para que lo compruebes! Puede que sea hora de pedir a nuestros gobiernos que establezcan límites similares a los del alcohol para ciertas redes sociales. Este es un debate que seguro veremos desarrollarse en los próximos años.
No obstante, aunque Facebook atraviesa una tormenta en cuanto a su imagen pública —tormenta que no se aliviará cambiando la marca principal a Meta—, sospecho que las revelaciones recientes no van a cambiar mucho el panorama de las redes sociales. Las finanzas de Meta siguen muy fuertes y su negocio es increíblemente lucrativo. Hay regiones del mundo, fuera de las jurisdicciones de Europa y Norteamérica, en donde tener Facebook y WhatsApp es sinónimo de Internet y comunicación para billones de personas que dependen en muchos sentidos de estas plataformas para sus tareas diarias.
Así que mientras varias autoridades gubernamentales piensan cada vez más en este problema, es necesario preguntarnos: ¿cómo podemos responder a esto como cristianos?
Necesitamos discernimiento espiritual
La pregunta anterior es una de muchas que busco responder bíblicamente en mi libro Espiritual y conectado. Pero todo empieza por reconocer la importancia de cultivar un discernimiento espiritual para todas las áreas de nuestras vidas, incluyendo a las redes sociales. Esto es muy importante por los ídolos que ellas exponen y nuestra necesidad de usarlas (si decidimos permanecer en ellas) de una manera que honre a Dios, de forma que seamos sal y luz y podamos ser de bendición para el prójimo.
El «discernimiento espiritual» al que me refiero no se basa en ideologías pasajeras e incongruentes, como las de este mundo. En cambio, me refiero al discernimiento basado en la revelación de Dios por medio de su Espíritu Santo en la Biblia (2 Ti 3:16-17; 2 P 1:19-21).
Una de las primeras cosas que aprendemos al cultivar este discernimiento es que nosotros mismos somos nuestro mayor problema en relación a las redes sociales. Como he escrito antes, las redes sociales presentan una visión distorsionada de la realidad cuando somos alentados a publicar solo un lado de ella, las fotos bonitas, el lado positivo de la vida, por decirlo de alguna manera; pero eso no crea en nosotros un corazón propenso a la comparación y envidia que conduce de forma inexorable a la frustración y depresión. Ya tenemos un corazón así de antemano, y que se evidencia en nuestro uso de las redes.
No puedo negar que estas plataformas también tienen muchos usos provechosos. ¡Seguramente estás leyendo este artículo porque alguien lo compartió en alguna red social! Pero también están hechas para fomentar la distracción y la vanidad. Sin embargo, ellas no son las que crean corazones que amen el entretenimiento y sean egocéntricos. De igual forma, las noticias difamadoras y falsas en Internet se distribuyen más rápido que las reales, pero este tampoco es un problema que tiene que ver solo con algoritmos. Tiene que ver también con un carácter en nosotros propenso a los chismes, al menosprecio de otros y a la inclinación a presentarse como superior a los demás.
Podemos reflexionar más sobre esto, pero el punto es claro: la verdadera raíz de todo el mal en las redes sociales y nuestro uso de ellas está en nuestro corazón (ver Mt 15:19; Ro 3:10-18; Stg 4:1). Es nuestro pecado, que toma cosas con potencial provechoso (como las redes sociales) y lo tuerce hasta convertirlo en idolatría, buscando en otras partes la seguridad y el gozo que solo tenemos en Dios.
Reconocer esto es crucial si queremos tener discernimiento en una época en la que una empresa poderosa y con mucha influencia en nuestras vidas como Meta espera ser el futuro de la iglesia. Incluso necesitamos de mucho discernimiento cuando vemos el crecimiento de la moda de los influencers cristianos (otro reto enorme que amerita una respuesta bíblica). Como iglesia, necesitamos tener mucho cuidado al usar las redes sociales, estableciendo límites que resulten saludables y evitando invitar a las personas a pasar más tiempo en ellas.
Las redes sociales pueden ser de utilidad para recibir contenido edificante y mantener contacto con gente que nos importa, pero cuando estamos en ellas también somos expuestos a tentaciones y contenido que no edifican. Sin embargo, no todo son malas noticias.
Centrados en el evangelio
Por la gracia de Dios, conocemos cuál es la solución al pecado: el evangelio de Cristo, quien vino a vivir, morir y resucitar por nosotros. El Señor vino no solo para librarnos del castigo que merecemos por nuestra maldad, sino también para cambiar las dinámicas de nuestro corazón y transformar nuestras vidas (Ro 8:1-6), incluyendo la forma en que entendemos y usamos las redes sociales.
Por la gracia de Dios, podemos decirle «no» a las tentaciones y los engaños en las redes, y decirle «sí» al Señor que sí puede satisfacernos. Podemos priorizar más al reino de Dios que al reino de la distracción y lo pasajero. Podemos ser intencionales en evitar que las cosas que elevan estas plataformas por diseño para engancharnos —cosas como la aprobación social, la ansiedad o la vanidad— se conviertan en nuestros ídolos. Podemos usar las redes para edificar y no para destruir; para lo bueno y no para lo malo.
En otras palabras, el discernimiento bíblico ante las redes sociales no solo implica reconocer el pecado y llamarlo como tal, sino también reconocer la gracia de Dios y compartirla con los demás. Debemos dejar que la Escritura renueve nuestra mente para que vivamos como sacrificios agradables a Dios (Ro 12:1-2).
Nuestra era distraída está llena de retos, pero no estamos solos. Dios nos da su Palabra y su Espíritu Santo para que podamos conducirnos con sabiduría, con los ojos puestos en Cristo, en medio de nuestra generación ruidosa y adicta a pantallas brillantes y apps que no tienen en mente nuestros mejores intereses. Es hora de despertar frente a los peligros en nuestra era de redes sociales y cultivar el discernimiento espiritual que necesitamos.
Este artículo fue publicado primero en Coalición por el Evangelio.