Siempre que enseño sobre la vida cristiana en la era digital, se ha hecho inevitable que alguien pregunte: ¿Qué opinas de los influencers cristianos?
¿Qué hacemos con estas personas carismáticas y talentosas que nos abren una ventana a sus vidas para hablarnos de Jesús y producen contenido cristiano que alcanza a multitudes?
Nuevos retos para la iglesia
Para empezar, la idea de influencers cristianos representa nuevos retos para la iglesia. En primer lugar, es necesario evitar caer en los patrones dañinos de la cultura de celebridad que pueda haber en la iglesia y que forma la idea de una farándula entre creyentes.
En segundo lugar, ahora cualquiera puede llegar a ser famoso en círculos evangélicos y ponerse a hablar de los temas teológicos que escoja abordar sin importar su madurez teológica y de carácter, o incluso sin importar si es miembro de una iglesia local que lo respalde y a la que rinda cuenta.
Lo sé por experiencia: cuando mi blog nació hace casi una década, eventualmente tuvo una temporada de mucha popularidad en la que llegué a tener millones de lectores al año… pero yo no estaba preparado para esa fama repentina.
Por ejemplo, yo no tenía el apoyo de una iglesia local saludable como ahora ni personas a quienes rendir cuentas. No puedo negar que Dios es paciente y se complace en usarnos a pesar de nosotros y ¡no puedo más que agradecer por la forma en que Él me ha guardado y dirigido! Pero es importante estar conscientes de la responsabilidad de tener una plataforma, sea del tamaño que sea, y prepararnos en lo posible para ser siervos útiles y fieles.
Si en ese momento era posible tener una audiencia masiva por medio de un blog, ¿cuánto más ahora con las redes sociales? A veces solo tienes que pagar a las redes sociales para tener muchos views en tus videos de un día para otro. Esta capacidad de alcance no es mala en sí misma, pues podemos aprovecharla para difundir contenido edificante. Pero también nos recuerda que hoy la fama es fácil de obtener sin importar nuestra madurez. Lamentablemente, nadie es más virtuoso por ser influencer.
Al mismo tiempo, la forma en que usamos las redes sociales puede socavar nuestra predicación de maneras imperceptibles a primera vista. Estas plataformas fueron hechas para la difusión de preferencias y la proyección personal; no fueron pensadas para transmitir verdades eternas que lo primero que requieren es obediencia y sumisión al Señor.
Por la naturaleza y el diseño de las redes, hablar de Jesús puede ser visto con mucha facilidad como algo de simple preferencia personal (así como hablamos de nuestro equipo de fútbol favorito o la última serie de televisión). También puede ser visto y hasta usado como una excusa para buscar tener más seguidores y «me gusta», pues ambos elementos de aprobación son lo que prácticamente todo el mundo busca en estas plataformas.
Seguramente esa no sea nuestra intención al hablar de Cristo en las redes sociales, pero el mundo puede verlo de esta forma con facilidad por la naturaleza del medio. El medio que usamos siempre tiene un impacto en la forma en que otros reciben el mensaje. Es lo que se me recordó día y noche al estudiar periodismo en la universidad; es lo que cualquier experto en marketing o comunicación explica a sus clientes. En nuestra época debemos considerar ser sabios en el uso de las redes sociales sin rechazarlas por completo, pues no podemos negar su utilidad.
Se requieren más voces pastorales y analíticas que aborden estos retos con propiedad y madurez. Mientras tanto, desde mi perspectiva quisiera contribuir a la conversación con tres consejos para responder al fenómeno de los influencers cristianos.
1) Oremos por estos influencers
Primero con agradecimiento, pues es gracias a Dios que tenemos a personas que buscan usar sus plataformas para exaltar a Cristo. Tengo el gozo de conocer personalmente a varios influencers y puedo testificar que buscan honrar a Dios y aprendo mucho de ellos. Estas personas son un regalo para la iglesia y para mí.
¿Qué de los influencers cristianos que parecen más interesados en ser famosos que en predicar a Cristo? Antes que nada, seamos prudentes al juzgarlos, pues no conocemos sus corazones (Mt 7:1-4). Además, si el verdadero Cristo es proclamado, incluso por medio de falsos cristianos o creyentes inmaduros, igual podemos agradecer a Dios por esto (Fil 1:15-18).
Pero además de agradecer por los influencers cristianos, oremos que el Señor los guarde y forme en ellos el carácter de Cristo. De hecho, estos influencers están expuestos a tentaciones que deberían animarnos a orar de manera especial por ellos.
En mi libro Espiritual y conectado expongo los peligros que las redes sociales representan para nuestros corazones y cómo combatirlos al descansar en Dios. Necesitamos reconocer la tentación en las redes sociales a compararnos con los demás y distraernos de vivir para el Señor. Es fácil priorizar las redes por encima de la iglesia local y convertirnos en personas solitarias al pasar el día en Internet. También podemos volvernos adictos a la aprobación social al estar pendientes de cómo otros reaccionan a nuestras publicaciones. También está la tentación de usar las redes para exaltarnos y construir nuestra torre personal de Babel, incluso mientras creemos que exaltamos a Cristo.
Esos son algunos de los muchos peligros que podríamos mencionar. Si los cristianos no estamos exentos de estar expuestos a tentaciones que nos quitan el gozo, nos empujan a la hipocresía y aparentar ser lo que no somos, los influencers cristianos también las padecen con mayor fuerza. Ser un influencer y vivir más para el ojo de Dios que para los ojos de los hombres puede ser tan difícil como nadar a contracorriente en un río caudaloso.
Dios está interesado en el bien espiritual de los influencers cristianos y nosotros también hacemos bien en interesarnos. Oremos por el bien de ellos y para que Dios los use.
2) Busquemos el discernimiento
Podría parecer natural pensar que alguien merece nuestra atención solo porque afirma ser cristiano y tiene muchos seguidores. Pero esto puede ser engañoso. Así como el mundo está lleno de libros no tan buenos que son éxitos de ventas o películas taquilleras que son malísimas, también hay influencers a los que no vale la pena escuchar. No es bueno dejarnos guiar por las apariencias a primera vista.
Las redes sociales pueden darnos plataformas grandes, pero no fortalecen nuestro carácter. El alcance que alguien tiene no es garantía automática de su fidelidad o de que goza de la bendición de Dios sobre su vida y ministerio (cp. 2 Ti 4:3-4). La espiritualidad o autoridad de alguien para hablar de ciertos temas no depende del número de seguidores. Las redes nos dan un micrófono, pero no nos dan madurez; nos hacen más ruidosos, pero no más sabios.
Por lo tanto, usemos nuestro discernimiento al escuchar a influencers. Esto podría ser muy contracultural en esta era tan acelerada. Convertimos a personas en celebridades con rapidez y buscamos la novedad tanto en el mundo como en la iglesia. Experimentamos lo que las ciencias sociales reconocen como fear of missing out, el miedo a perdernos algo o quedar fuera, por lo que es tentador sumarnos con rapidez a las tendencias del momento. Además, hay tanto contenido y tantas voces surgiendo a diario, que entre consumir y consumir contenido se nos puede olvidar tener el tiempo suficiente para reflexionar más bíblicamente sobre qué consumimos, a quienes seguimos y por qué lo hacemos.
El Señor que nos dice «Cuídense de los falsos profetas» también nos diría «Tengan cuidado de quienes los influencian».3) Prioricemos la iglesia local
Por último, enfaticemos la prioridad que la iglesia local debe tener como influencia primaria sobre nosotros. En las redes sociales somos empujados a vivir en burbujas personales, siendo nosotros los que escogemos a cuáles voces prestar atención. Sin importar si lo hacemos adrede o no, los algoritmos en las redes ya hacen esto por nosotros basándose en todo lo que hacemos en estas plataformas (a quiénes damos «me gusta», cuáles videos vemos por más de un segundo, qué comentarios leemos con atención, etc).
Pero como expliqué en otra parte, no somos responsables de atender a las enseñanzas de voces en Internet de igual forma en que somos llamados a recibir y sujetarnos a la enseñanza fiel a la Palabra de nuestros pastores en la iglesia local.
Nuestros pastores nos cuidan y son llamados a aplicar la enseñanza bíblica a nuestras vidas como no puede hacerlo ningún influencer lejano que no nos conoce. De hecho, cuando Hebreos dice: «obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos, porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta» (13:7), implica que debemos saber quiénes son nuestros pastores y que ellos saben quiénes somos.
Agradezcamos por los influencers que nos animan en nuestro caminar espiritual. Pero si por oír voces en Internet estamos desatendiendo a la enseñanza y el cuidado pastoral en nuestra iglesia, entonces estamos desobedeciendo el mandato bíblico que acabamos de citar. Cometimos el error de permitir que lo virtual reemplace lo local.
Cuando caemos en esto, corremos el riesgo de cultivar un egocentrismo sigiloso pero tóxico al escoger siempre lo que queremos oír. Lo sé porque estuve allí. Esto nos impide crecer y ser confrontados para bien como solo podemos hacerlo en la iglesia local, donde las personas nos conocen y por lo general no tenemos el poder de personalizar la enseñanza según nuestros intereses.
Dios nos capacita en la iglesia local para vivir en comunión mutua y servirnos unos a otros (Ef 4; 1 Co 12). Pero hoy es más cómodo y atractivo buscar ser servidos por líderes famosos de nuestra elección. Esto nos separa y aísla de nuestros hermanos en la iglesia local, pues cuando nos servimos unos a otros cara a cara, nuestra amistad crece y la comunión en la fe se fortalece para la gloria de Dios.
Es una tragedia cuando nos sentimos más acompañados o alentados por un influencer a distancia que por el hermano que se sienta a nuestro lado en la iglesia, que puede aconsejarnos en muchas áreas y ser nuestro amigo; o por la madre que se sienta detrás de nosotros, que tiene tres hijos adolescentes y, aunque no es famosa ni buena hablando en público, tiene mucha sabiduría para compartirnos sobre crianza y matrimonio; o por el adolescente que se sienta tres sillas adelante los domingos, a quien podemos discipular en cercanía para ser edificados mutuamente.
Así que este es mi último consejo: No dejemos que la moda de los influencers nos lleve a perder el calor de la vida en comunidad. La iglesia local es un cuerpo en donde somos miembros para servir y ser edificados. No nos mutilemos a nosotros mismos al priorizar la superficialidad de lo virtual.
Este artículo fue publicado primero en Coalición por el evangelio.