Tal vez has oído a personas decir que “Dios es un caballero”, queriendo decir con eso que Dios respeta las decisiones o el así llamado “libre albedrío” de las personas.
Para estas personas, Dios nunca busca constreñir en nosotros un cambio de parecer con respecto a algo, y siempre espera a que nosotros demos el primer paso, o al menos el paso determinante hacia Él. “Él es un caballero”.
Confieso que yo creía lo mismo y eso se notaba en mis oraciones.
Cómo orar a un Dios “caballero”
La mayoría de los cristianos cuando oran por un incrédulo piden a Dios: “Ten misericordia de él… Cambia su corazón… Haz que crea en Cristo y sea salvo”. Curiosamente, le piden a Dios que haga lo que un Dios “caballero” no haría.
Ah, pero yo buscaba ser súper-coherente con lo que creía. Por eso nunca pedía a Dios que cambiara el corazón de alguien (lo veía como insulto al libre albedrío), sino que lo pusiera en una situación en la que esa persona pudiera escoger mejor entre creer en Cristo y seguirlo, o darle la espalda.
También hay, según he leído, personas que oran por los incrédulos así: “Señor, te pido que hagas que esta persona se haga preguntas sobre su eternidad”, en vez de pedir a Dios que salve a las personas. O le piden: “Señor, planta un deseo en su corazón de conocerte a ti”.
Pero… ¿Por qué para mí estaba bien que Dios orquestara circunstancias en la vida de alguien — alterando los planes de esa persona —, para que enfrente la oferta del evangelio, pero no estaba bien que el Señor obrase soberanamente en su vida y le diese fe para salvación?
O como un teólogo pregunta:
“¿Por qué es legítimo para Dios tomar el control sobre una persona al punto de provocar que la persona se haga una pregunta que de otra manera no se hubiera hecho, pero no es legítimo para Dios hacer uso de esa misma influencia para provocar que la persona dé una respuesta que de otra manera no hubiera dado, y que es que debería depositar su confianza en Jesús?… Si para Dios es legítimo «plantar un deseo» en el corazón de una persona, ¿cuán intenso puede ser el deseo que él puede plantar?”[1]John Piper, Los Deleites de Dios (Editorial Vida, 2006), posición 4613.
Preguntas que evidencian una mala teología
Más aún, ¿por qué para muchas personas Dios tiene derecho a elegir nuestros padres, lugar y fecha de nacimiento, color de piel, y entorno —factores que sin duda influencian nuestras decisiones— pero no es legítimo que Él obre en nuestras vidas soberanamente para que creamos en Él?
Si nuestra entrada a esta tierra no fue por nuestra voluntad, ¿por qué está mal que el factor determinante para ver los cielos nuevos y la tierra nueva no sea nuestra voluntad corrompida, que dejada a sí misma nunca creería el evangelio, sino la gracia eficaz de Dios?
¿Qué hace a la voluntad humana terreno prohibido para la mano de la soberanía de Dios? Alguien escribió bien en una ocasión: “Trato de respetar la libertad de la voluntad de mi hijo, ¡pero no, si veo que él está a punto de ser asesinado por ella! ¿Por qué no puede Dios ‘insultar’ nuestra libertad por un momento y salvarnos por la eternidad?”[2]Timothy Keller, Tres objeciones a la elección.
Hoy puedo ver que las ideas que tenía sobre la “caballerosidad” de Dios no eran bíblicas, sino basadas en mis propias doctrinas humanistas sobre la autodeterminación del hombre. Por la gracia de Dios, hoy admito que la Palabra enseña Su total soberanía.
Muestras de la soberanía de Dios en la Biblia
Cuando Jonás quiso ir a Tarsis en vez de ir a Nínive, Dios tenía un plan y lo llevó a cabo por encima de los del profeta. Lo mismo pasó con Pablo mientras él perseguía a cristianos. Cristo no le preguntó: “¿Puedo irrumpir en tu vida camino a Damasco y transformarte para siempre?” Él simplemente lo hizo.
Cuando Abraham adoraba ídolos, Dios no pensó: “No me revelaré a Abraham porque está ocupado en sus asuntos”. Él se le reveló como y cuando quiso (Josué 24:2-3). También obró soberanamente en las vidas de muchos otros hombres en la Biblia. Él movió el espíritu del rey Ciro para que el pueblo de Dios regresara a su tierra luego del cautiverio, y movió también el espíritu de los jefes del pueblo para que eso ocurriese (Esdras 1:1,5).
Dios es tan soberano, ¡que determinó que Nabucodonosor se humillara ante Él y lo adorara por Su soberanía! (Daniel 4:34-35). “Nuestro Dios está en los cielos; Él hace lo que le place” (Salmos 115:3).
Una y otra vez leemos cosas así en toda la Biblia.
Tengamos una teología bíblica
La Biblia muestra con claridad la realidad de la soberanía de Dios, junto a la realidad de la responsabilidad del hombre. Ambas cosas son ciertas aunque a nuestras mentes finitas luzcan paradójicas o contradictorias. Por tanto, si queremos tener una teología bíblica al respecto, debemos afirmar ambas verdades.
Ignorar lo que enseñan las Escrituras sobre la soberanía de Dios, nos conduce a un “dios” producto de nuestra imaginación con planes frustrados, al que en realidad no podemos pedir muchas cosas y que no puede cumplir en verdad Sus promesas. En última instancia, nos conduce al ateísmo.
Estoy feliz de reconocer que Dios no es la clase de caballero que muchos dicen que es. Hoy puedo ver que fui salvo totalmente por Su gracia soberana. Eso cambió para siempre mi vida y la forma en que oro.
Algunas escrituras para mayor estudio: Romanos 9, Juan 6, Efesios 1-2, 2 Crónicas 30.
Referencías