Es necesario predicar con honestidad.
Ser confrontante y exponer el evangelio de forma explícita, hablando tanto de la gracia y el amor de Dios, como de su juicio y el castigo que todos merecemos. Es parte de amar a las personas, aunque se sientan ofendidas o heridas (sobre eso he hablado aquí).
Sin embargo, algo que he notado en el despertar que está ocurriendo en Latinoamérica con respecto a la lucha por el evangelio contra las falsas enseñanzas, es que muchas veces se olvida hablar la verdad en amor.
“Pablo fue muy duro con la gente de varias iglesias, así que no está mal ser explícito y ser duro en ocasiones”. Eso dicen algunos.
Y tienen razón. Sin embargo, Pablo antes de decir enseñar confrontantes, se ganó el derecho de ser escuchado (por así decirlo) y demostró amor de otras maneras hacia sus oyentes.
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Una mirada al amor pastoral de Pablo.
¿Qué crees que sentían las personas de las iglesias a las que Pablo enseñaba, con respecto a él?
Te diré lo que sentían: Amor. Pablo sudaba por ellos. Fue paciente con ellos. Les servía. Lloraba por ellos. Los escuchaba y así sabía responderles. Oraba con mucho fervor por ellos. Arriesgaba su vida por ellos. Sentía y expresaba dolor cuando las cosas estaban mal, y además les motivaba en lo que hacían bien.
Nadie de la iglesia de Filipenses, por ejemplo, podría decir con honestidad: “no creo que Pablo me ame”.
Por eso cuando Pablo exhortaba a algunas iglesias que estaban haciendo mal varias cosas, sus palabras no sonaban odiosas como si Pablo quisiera demostrar tener la razón, presumir de sus conocimientos, o mostrarse más santos que los demás.
Las palabras de Pablo sonaban como las de alguien que ama (y todo esto, por supuesto, fue por la gracia de Dios).
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¿Estamos demostrando amor más allá de nuestras palabras?
Así como Jesús no vino al mundo solamente para hablarnos la verdad del amor de Dios y su justicia, sino que también a demostrar Su amor y Su justicia, nosotros debemos vivir lo que predicamos y parte de eso es demostrar amor más allá de nuestras palabras (1 Juan 3:18).
Debemos predicar, no como si buscáramos ganar debates, demostrar inteligencia, o ser duros para vernos radicales. Eso no es algo que agrade a Dios. Debemos predicar amando a las personas.
Es imposible tener amor por las personas y no predicar con honestidad, pero es posible predicar con “honestidad” y no tener amor por las personas.
¿Mi consejo? Antes de predicar con honestidad como Pablo, gánate el derecho a ser escuchado, demostrando amor. Así las personas que rechacen tu predicación no tendrán excusas para hacerlo y verán que vives lo que predicas para la Gloria de Dios.