Charles Spurgeon es una de mis personas favoritas en la historia de la Iglesia. Él es muy conocido por su predicación elocuente y su centralidad en el evangelio de Cristo, así como por su confianza ferviente en las doctrinas de la gracia. Él no siempre creyó en estas doctrinas.
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Recomendaciones: Libros sobre apologética
Suelo recibir correos de lectores que me piden que les recomiende libros sobre ciertos temas (predicación, santidad, etc…).
Por eso, aunque he escrito antes cuales son los libros que más recomiendo a todo cristiano, veo oportuno tener una serie de artículos esporádicos en el blog con recomendaciones de libros en español sobre varios temas.
A continuación, los libros sobre apologética cristiana que más recomiendo, de los que he leído hasta ahora. Me han servido en mi aprendizaje y espero que sean útiles para ti también.
5 razones por las que Pablo no se avergonzaba del evangelio (y tú tampoco deberías)
Cuando te encuentres tentado a callar sobre Cristo por la hostilidad de la cultura que nos rodea, te animo a recordar las razones por cuales el apóstol Pablo no se avergonzaba del evangelio. Él es, por la gracia de Dios, un excelente ejemplo para todos nosotros (1 Cor. 11:1).
Al mismo tiempo justo y pecador
Doy muchas gracias a Dios cuando escucho testimonios de conversiones de personas que dan fruto de haber nacido de nuevo. Sin embargo, con frecuencia, cuando atiendo algunos testimonios de profesantes, no dejo de pensar en que tal vez hay un serio problema en la forma en que tales relatos son articulados y aplaudidos en la iglesia.
Muchos testimonios de conversiones en cientos de congregaciones se pueden resumir de la siguiente manera. Alguien dice: “yo era muy malo, pero ahora creo en Cristo, Él cambió mi vida y hoy soy bueno gracias a Él” — como si ya no fuésemos pecadores que necesitan constantemente de la gracia de Dios; como si ya no tuviésemos luchas contra la carne y las tentaciones. Ante eso, la congregación aplaude. Fin del testimonio.
Es verdad que, luego de la conversión, ahora hay algo bueno en nosotros porque antes no teníamos vida espiritual ni podíamos amar a Dios (cp. Efe 2:1; Rom 5:5). Pero la realidad de que ahora el Espíritu mora en nuestras vidas, no significa que hemos dejado de ser pecadores.