En mi adolescencia solía usar una placa, como la que usan los militares, en una cadena alrededor de mi cuello con mi nombre y un texto que leía “Filipenses 4:13” (era la moda en mi escuela). Ese era mi versículo favorito, tal vez por todas las veces que lo escuché en mi niñez en distintas iglesias a las que mis padres asistieron. “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Suena muy inspirador, ¿no?
Luego, por la gracia de Dios empecé a conocer mejor Su Palabra y aprendí que ese versículo no significaba que yo podía alcanzar cualquier meta personal que me plantease. ¡Nada de eso! Aprendí a ver ese texto dentro de su contexto y así conocí más la Palabra de Dios para mi bien.
No soy el único que ha leído ese pasaje y muchos otros desconectados del resto de las Escrituras. Tristemente, esta es una tragedia común en la iglesia. ¿Cuántas veces no habremos escuchado Malaquías 3:10 siendo vociferado por un predicador a la hora de llamar a la congregación a diezmar?[Continuar leyendo]