En los últimos días han corrido ríos de tinta digital en Internet con respecto a WhatsApp. Veo a muchos medios hablando sobre los problemas de privacidad en esta plataforma, y también a creyentes conversando sobre esto en redes sociales.
La preocupación generalizada es la creencia de que WhatsApp espía nuestras conversaciones para saber qué hablamos. Esto resulta incómodo. Sentimos que viola nuestra privacidad. Sin embargo, al hablar de esto estamos perdiendo de vista la magnitud de la forma en que Facebook (los dueños de WhatsApp) y otras compañías vigilan nuestras vidas para hacer dinero con nuestros datos.
La verdad es que, por un lado, WhatsApp no lee nuestras conversaciones. El contenido está encriptado de principio a fin. Pero, por otro lado, la aplicación no necesita leer nuestras conversaciones para tener idea de lo que hablamos allí. No hay ninguna persona viendo lo que escribes en tus chats. La realidad es más extraña.
Tristan Harris, una de las voces más influyentes con respecto a la privacidad en Internet, y quien trabajó en Google por un tiempo, ha explicado lo que pasa en verdad. Con toda la información que las redes sociales obtienen de nosotros (gustos, pasatiempos, horarios, amistades, etc.), ellas han diseñado una especie de “muñeco vudú” secreto de cada usuario. Es una especie de representación en miniatura y digital de nosotros.
“Todo lo que tengo que hacer es simular qué conversación está teniendo el muñeco vudú, y sé la conversación que acabas de tener sin tener que escuchar el micrófono”, explica Harris.
Míralo de esta forma: WhatsApp no lee tus conversaciones, pero mira con quienes las tienes, a qué hora del día, y en qué lugar se encuentran, y mucha más información al respecto. Si tú o la otra persona con la que conversas tienen cuenta en Facebook o Instagram, WhatsApp puede conocer mucho más sobre ambos. Intereses, lugares que visitan, películas que les gustan, libros que leen, temas de los que se expresan en público, actividades que ambos hayan realizado juntos, etc… A lo largo del tiempo, estas apps crean un “muñeco vudú” de nosotros cada vez más parecido a quienes somos en realidad. Así predicen de qué hablamos sin tener que escucharnos o leer nuestros chats.
En mi nuevo libro sobre la vida espiritual en la era de las redes sociales (a publicarse este año, ¡más información próximamente!) abordo este asunto junto a otros que solemos ignorar sobre las redes, y sus implicaciones para los creyentes. Por ahora, espero que conocer que las redes sociales no necesitan leer nuestros chats — porque ya conocen demasiado sobre nosotros— nos lleve a vivir vidas más sobrias y prudentes en nuestro uso de la tecnología si entendemos el valor de nuestra privacidad.