Las personas cercanas a mí saben esto: Suelo enojarme un MONTÓN. No porque yo sea cruel o amargado. Al contrario. Creo que se trata más bien de una especie de ira santa. Tiene que ver con que me enojo cuando alguien está en un púlpito y habla mentira.
Detesto escuchar prédicas donde:
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Se hablan opiniones y no la palabra.
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Todo gira en torno a que la gente de plata al final de la prédica.
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No se predica al verdadero y único Jesús, sino a una imitación.
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Hay ausencia de Cristo.
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Se atenta contra la palabra de Dios y la iglesia.
¿Te ocurre igual que a mí?
Verás, un día yo estaba enojado luego de tener que soportar un falso mensaje y ver cómo se le mentía a una congregación. Así que oré diciendo:
“Señor, ¿hasta cuando se pararán falsos hombres en los púlpitos? ¿por qué no nos das un púlpito gigante a todas las personas que estamos en pos de tu verdad?”
Yo pude escuchar la respuesta de Dios a esta interrogante.
Dios me hizo pensar que ya estoy en el púlpito más grande del mundo… y tú también lo estás.
El ejemplo de Jesús.
Jesús nunca se paró en una tarima o un púlpito como lo conocemos. De hecho, cuando estaba en el templo, se sentaba entre la gente.
Jesús sabía que él estaba en el púlpito más grande del mundo.
Piensa lo siguiente:
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¿Con cuánta gente tienes contacto en el día?
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¿Cuantas personas te siguen en las redes sociales?
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¿A cuantas amistades puedes hablarle de Jesús con hechos y palabras?
Mientras los fariseos y falsos maestros acaparaban atención por momentos, Jesús tuvo una audiencia mucho más grande cuando no predicaba en sinagogas. Jesús se enfocó en crear líderes, en hacer discípulos, en predicar 24 horas al día la llegada del Reino y el amor de Dios.
Pregunto:
¿Por qué en vez de quejarnos porque Dios no nos da un púlpito grande como el de una iglesia local, no reconocemos que ya estamos en el púlpito más grande del mundo?
Y tal vez te quejes en algún momento. Tal vez te quejes de que a pesar de que tú prédicas con tus actos y tus palabras a todas las personas a las que puedes predicarle, no tienes una “posición” en una iglesia local en la cual sabes que te puedes desenvolver como pez en el agua.
Hay MUCHO que podría decirte sobre eso, pero para no desviarnos del tema, te diré lo siguiente, ¿vale?
La mentira tiene patas cortas.
Aunque los falsos predicadores tratan de hacer discípulos o capten la atención en los púlpitos, sus palabras perecerán mientras las palabras de Dios en tus labios serán eternas. Mira la historia. Jesús es el mayor ejemplo de esto.
Desde hace miles de años siempre hay personas levantándose contra el evangelio y predicando mentiras. ¿Algunas han sido recordadas siglos después?
Todos nos acordamos de Charles Spurgeon, Juan Calvino, George Muller, y hasta de Martín Lutero, pero NADIE se acuerda de quienes eran los falsos predicadores de sus épocas. Curioso, ¿no crees?
Las palabras de Dios siempre prevalecerá, mientras que por otro lado, la mentira siempre tiene patas cortas. Por eso trata de cambiarse y disfrazarse de muchas maneras para prevalecer, pero ¡Ay de aquellos que predican mentiras! La justicia de Dios caerá fulminante sobre ellos.
YEAH.
Are you ready?
Si has recibido a Jesús, ya tienes al Espíritu Santo obrando en tu vida y estás listo para empezar a predicar el evangelio (y hacerlo cada día mejor).
El mundo necesita que le prediques y tú naciste para predicar. No importa si no tienes oratoria u otras habilidades, tienes dones y talentos. Tienes a Jesús en ti. Tienes un propósito y mucho por delante.
Ya estás en el púlpito más grande del mundo. Danos la prédica de tu vida.