Esta es una de las resoluciones con más repercusiones que puedes tomar este año: Ser intencional en proponerte usar tu teléfono con sabiduría.
Sabemos que nuestros teléfonos son muy útiles. Nos permiten estar en contacto con gente que nos importa y tener vidas más organizadas, por nombrar un par de usos inteligentes. Sin embargo, a menudo ignoramos que también son una ventana a incontables tentaciones y distracciones.
Nos cuesta admitirlo, pero estos dispositivos hacen nuestras vidas más miserables cuando los empleamos en «piloto automático», la forma en que nuestra cultura y el mundo en que vivimos nos enseña a usarlos. Es decir, cuando los usamos sin reflexionar en cómo lo hacemos.
Hoy estamos acostumbrados a tener mentes fragmentadas, vidas inundadas de notificaciones y ser descuidados con el contenido que consumimos. Estamos habituados a depender en exceso de estos dispositivos e incontables aplicaciones que socavan nuestra privacidad de maneras perturbadoras para ganar dinero y además dañan nuestra capacidad de enfoque. Hoy vemos normal utilizar nuestro teléfono todo el tiempo, incluso para hacer «nada» (lo cual puede significar mover el pulgar de abajo hacia arriba durante largos minutos en alguna red social).
Es inevitable que esto afecte nuestra intimidad con Dios. También afecta nuestro trabajo, nuestras relaciones familiares, nuestros estudios y nuestro servicio en la iglesia. ¿Cómo esperar crecer en esas áreas si dejamos que nuestros teléfonos nos hagan más desenfocados ante las cosas que importan? ¡El mal uso de nuestros teléfonos estropea nuestras vidas y no nos damos cuenta! Ya sentimos que algo puede andar mal en cómo los manejamos, pero es fácil asumir que eso es «normal» porque todo el mundo usa sus teléfonos así. Es el nuevo statu quo en que vivimos y socava nuestro crecimiento en fruto para Dios.
¿Cómo podemos usar nuestros teléfonos con sabiduría? Las siguientes son cinco lecciones que he aprendido, intento aplicar y resultan provechosas para mí:
1) Prioriza tu intimidad con tu Padre
Muchos creyentes pasamos el día sumergidos en un ambiente de distracciones y tentaciones en nuestros teléfonos que nos desvían de profundizar en nuestra relación con Dios. Por lo general, no estamos familiarizados con el privilegio de estar a solas con nuestro Padre para ser moldeados por Él al recibir su Palabra y responder en oración. Olvidamos que no solo de contenido y notificaciones vivirá el hombre.
Al mismo tiempo, aunque puede ser útil leer la Biblia en tu teléfono, leerla allí no es la mejor idea. Nos exponemos a distracciones y nuestro teléfono nos forma para ver la Biblia como si fuese una app más al presentarla de esa forma. Nada reemplaza leer la Biblia física y estar a solas con Dios y sin distracciones para profundizar en nuestra relación con Él.
Necesitamos priorizar nuestros tiempos en la presencia de Dios. Una manera de hacerlo es siguiendo esta regla simple que busco aplicar: ten tu principal tiempo de lectura y oración antes de revisar tu teléfono en las mañanas. Pero puede que te resulte mejor tener ese tiempo devocional en otro horario. El punto es: pasa más tiempo a solas con Dios que con tu teléfono y verás una diferencia en tu vida. Cumple con tu tarea de buscar tu mayor gozo en el Señor y luego deja que ese gozo te lleve a abundar en fruto para su gloria en cada cosa que hagas.
2) Elimina las notificaciones innecesarias
Las notificaciones tienen un potencial increíble para generar adicción al introducirnos en una dinámica psicológica de recompensas intermitentes y variables. No sabes con certeza qué encontrarás, pero sabes que es posible que veas algo útil, que te guste o atrape más tu atención. Así que acudimos constantemente a las notificaciones para ver cómo seremos recompensados por ellas.
Esto se convierte fácilmente en un hábito de apuestas hipnotizante. Como explica un experto:
Cuando sacamos nuestro teléfono del bolsillo, estamos jugando en una máquina tragamonedas para ver qué notificaciones recibimos… Cuando tocamos el número de notificaciones rojas, estamos jugando a una máquina tragamonedas para ver qué hay debajo.
Al mismo tiempo, cada notificación que recibes está diseñada para transmitirte este mensaje: «¡Mírame a mí! ¡Esto es importante!». Tienen una capacidad sutil y poderosa para torcer nuestra visión de la realidad al presentarnos todos los mensajes, anuncios y recordatorios que recibimos como si fuesen igual de relevantes. De este modo son capaces de desviarnos de las cosas verdaderamente importantes que tenemos por hacer en nuestro día a día y a las que Dios nos llama.
Más que una herramienta, nuestro teléfono se convierte en un amo para nosotros, a menudo implacable, diciéndonos a qué tenemos que atender y por qué. Tú puedes disminuir su poder e influencia: desactiva las notificaciones innecesarias. No conozco a alguien que se haya muerto por hacerlo. No todos los mensajes y avisos que recibimos requieren una respuesta inmediata o son importantes.
Nuestro Señor Dios es diferente al teléfono tirano. Él no nos bombardea con notificaciones que nos llenan de ansiedad y distraen, sino que más bien nos ofrece descanso y sabiduría para vivir enfocados en lo eterno. He aprendido que cuanto más confío en Él y su cuidado soberano, menos veo la necesidad de buscar estar al tanto de muchas cosas y exponerme a notificaciones.
3) Ponle freno al desplazamiento infinito
Limita y agenda el tiempo que pasas en aplicaciones con desplazamiento infinito o bórralas de tu teléfono si no las necesitas. Me refiero a apps en donde puedes pasar el día moviendo un pulgar de abajo hacia arriba para consumir más contenido. También es bueno limitar las apps con opciones de arrastrar el dedo desde el borde de arriba hacia abajo para refrescar la pantalla y conseguir cosas nuevas.
Al hacer desplazamiento o refrescar, también estás haciendo apuestas en una máquina tragamonedas sobre qué verás a continuación y si valdrá la pena. Entonces repites el movimiento de tu pulgar mientras las horas pasan sin que te des cuenta. Esto ocurre por diseño y es una de las características más atrapantes de las redes sociales.
No es de extrañar que Aza Raskin, inventor del desplazamiento infinito, compare las redes sociales con la cocaína y se arrepienta de su invento. Si no les ponemos freno, este tipo de apps supuestamente inofensivas pueden drenar nuestra productividad y hacer nuestras vidas más miserables y distraídas de lo que pensamos. Dios no quiere esto para nosotros, pues somos redimidos «para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef 2:10).
4) Ten cuidado con lo que consumes
«Todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten» (Fil 4:8). ¿Qué pasaría si usaras este versículo para filtrar el contenido que consumes en tu teléfono?
Hoy tenemos acceso fácil a contenido contrario a lo que menciona el texto citado arriba. Sin embargo, el contenido tóxico o no edificante a menudo es presentado como inofensivo, divertido y hasta atractivo. Es evidente en las redes sociales, pero también en páginas de noticias, grupos de WhatsApp o chats. Esta realidad demanda que seamos intencionales para no llenar nuestra cabeza con él.
Aquello con lo que llenamos nuestra mente terminará llegando a nuestro corazón y moldeándonos de formas profundas. Lo que dirige nuestros pensamientos alimenta nuestros deseos y termina dirigiendo nuestras vidas, por más inocente que parezca. No podemos darnos el lujo de bajar la guardia cuando estamos en nuestros teléfonos.
No se trata de ser legalistas, sino de ser obedientes al Dios que nos ama y conoce qué es lo mejor para nosotros. Si una app de redes sociales, una página que sigues, un canal en Youtube, un podcast que escuchas o un sitio de noticias que lees —por dar algunos ejemplos— te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que te pierdas estas cosas, y no que toda tu vida se pierda (Mt 5:29).
5) Sé lento para publicar y enviar
Por último, necesitamos ser lentos al publicar contenido y responder mensajes. Esto es opuesto a la rapidez que promueven nuestros teléfonos. No obstante, es indispensable bajar la velocidad para ser sabios en nuestra era hiperconectada.
Somos llamados a ser «tardos para hablar» (Stg 1:19) porque «en las muchas palabras, la transgresión es inevitable, pero el que refrena sus labios es prudente» (Pr 10:19). ¡Ni hablar de cómo en la comunicación digital los malentendidos son más fáciles al no poder percibir bien nuestro tono al expresarnos!
Nunca me he arrepentido por algo que no haya publicado en redes sociales o por no haber respondido demasiado rápido a una nota que recibí en WhatsApp. No todos los mensajes que recibimos ameritan una respuesta inmediata. No todas las fotos que tomamos deberían ser publicadas. No todo pensamiento que tenemos debería convertirse en un tuit. «Aun el necio, cuando calla, es tenido por sabio, cuando cierra los labios, por prudente» (Pr 17:28).
Enfocados en lo eterno
Usamos nuestros teléfonos con sabiduría para la gloria de Dios cuando la gloria de Dios es más importante para nosotros que nuestros teléfonos y cualquier otra cosa en ellos (cp. 1 Co 10:31). Por eso estos consejos suelen ser difíciles de seguir por pecadores desenfocados como nosotros.
Pero esta es la buena noticia: Jesús vino a morir por nosotros para redimirnos, darnos su Espíritu Santo y hacernos personas con dominio propio (Gá 5:23). Personas que puedan priorizar lo eterno por encima de las distracciones digitales, porque ahora tenemos vida eterna en Él.
Cristo es digno de nuestra adoración y está dispuesto a ayudarnos a honrarlo con nuestras vidas en nuestra era distraída. ¿Dependemos de Él para esto?
Este artículo fue publicado primero en Coalición por el Evangelio.