“El verdadero tesoro de la Iglesia es el santísimo evangelio de la gloria y la gracia de Dios” — Martín Lutero (tesis 62).
La mayoría de los cristianos no imagina que sin la Reforma Protestante, no sólo el verdadero evangelio tal vez no hubiese llegado a nosotros, sino que incluso no habrían Biblias en nuestro idioma y quizás hasta fuésemos analfabetas.
Antes de la Reforma hubo hombres como Peter Waldo, John Wycliffe y Jan Hus que de alguna forma fueron pre-Reformadores, pero históricamente se recuerda al 31 de octubre de 1517 como el día en que la Reforma Protestante inició.
Aquel día un monje agustiniano bastante peculiar, llamado Martín Lutero, clavó a la puerta de la catedral de Wittenberg sus 95 tesis en las que argumentaba contra la forma en que se vendían indulgencias en la Iglesia Católica Romana.
Este hombre amaba la verdad y cuando vio que incluso personas cercanas a él estaban comprando indulgencias, supo que debía exponer lo que él vio en la Biblia y llamar a debatir a otros teólogos sobre el tema.
R.C. Sproul señala:
«[Lutero] no quiso encender un fuego nacional o internacional. Alguna gente, probablemente estudiantes, cogieron esas tesis e hicieron uso del maravilloso nuevo invento de Gutemberg—la imprenta. En dos semanas las tesis estaban siendo discutidas en Alemania. Bainton presta una expresión de Karl Barth para explicar lo que sucedió: “Lutero era como un hombre ascendiendo en la oscuridad de la escalera de caracol, en la cima de una vieja catedral. En esas penumbras, él trató de sostenerse, y su mano cogió una soga, que era la soga de la campana.»[1]Sproul, R. (1998). La Santidad de Dios (pp. 70–71). Graham, NC: Publicaciones Faro de Gracia.
Luego de eso, aparentemente los sucesos se salieron de control cuando las tesis llegaron a las manos del papa Leo X (quien en un inicio pensó que Lutero estaba borracho cuando las escribió) y se divulgaron por toda Europa.
Digo que aparentemente los eventos se salieron de control, porque en realidad siempre estuvieron bajo el control de Alguien. Nada sorprendió a Dios, quien es soberano en los cielos y en la tierra y orquestó la Reforma para alabanza de la gloria de Su gracia. Como Stephen Nichols señala, “el verdadero personaje en el día de la Reforma no es Lutero, es la Palabra de Dios”[2]http://5minutesinchurchhistory.com/what-is-Reformation-day/. Esta Palabra transformó a Lutero y causó la Reforma.
Lutero conoció en la Palabra de Dios que el hombre es justificado únicamente por medio de la fe. Romanos 1:17, “el justo por la fe vivirá”, lo transformó. Él había vivido abrumado por la imposibilidad de satisfacer la justicia de un Dios santo, pero el evangelio le dio la paz que no se consigue en ninguna otra parte.
En los días de los comienzos de la Reforma escribió:
“Al fin, por la misericordia de Dios, meditando día y noche, presté atención al contexto de las palabras [de Romanos 1:17]. Allí comencé a comprender que la justicia de Dios es aquello por lo cual el justo vive gracias al don de Dios, es decir, la fe. Y este es el significado: la justicia de Dios es revelada por el evangelio, es decir, la justicia pasiva con la cual el Dios misericordioso nos justifica por fe, como está escrito: ‘El justo vivirá por la fe’. Entonces sentí que había nacido de nuevo por completo y que había entrado al paraíso a través de puertas que estaban abiertas”[3]Steven Lawson, La heroica valentía de Martín Lutero (Poiema Publicaciones, 20017), p. 11..
Este redescubrimiento del evangelio lo cambió todo. Por eso “la Reforma representa un movimiento de colocar a Dios, tal como Él se revela en Cristo, en el centro de la vida y pensamiento de la Iglesia”[4]Trueman, C. R. (2001). Reformation: Yesterday, Today and Tomorrow [Reforma: Ayer, hoy y mañana] (p. 17). Ross-shire: Christian Focus Publications.. Este movimiento impactó al mundo, porque cuando la Iglesia se fortalece en la verdad, brilla con más intensidad y su influencia crece en la sociedad.
Hoy es un día para que demos gracias a Dios por la Reforma, y también un día para que reflexionemos: Mientras hayan personas perdidas en sus pecados, y existan congregaciones afirmando un falso evangelio, no viviendo para la gloria de Dios y rechazando la autoridad de las Escrituras, todavía hay necesidad de proclamar el verdadero evangelio y anunciar la Palabra de Dios.
¡Que el Señor nos use para Su gloria!
Una versión de este artículo apareció primero en Soldados de Jesucristo.
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