Hay demasiado para decir y reflexionar sobre el hecho de que Jesús haya venido a salvar a pecadores como nosotros.
Sin embargo, en esta navidad me gustaría compartir especialmente estas palabras de Charles Spurgeon sobre la humillación del Salvador al venir a este mundo:
«¡Es extraño que el Señor de la gloria no haya nacido en un palacio! ¡Príncipes, Cristo no les debe nada! ¡Príncipes, Cristo no es deudor de ustedes; ustedes no lo envolvieron en pañales, Él no fue cubierto con mantos púrpura, ustedes no le prepararon una cuna de oro para mecerlo! ¡Reinas, ustedes no lo mecieron en sus rodillas, Él no descansó en sus pechos! ¡Y ustedes, ciudades poderosas, que en aquel tiempo eran grandes y famosas, sus salones de mármol no fueron bendecidos con Sus pequeños pasos infantiles!
Él salió de un pueblo pobre y despreciable, Belén; cuando estuvo allí, no nació en la casa del gobernador, ni en la mansión del hombre principal, sino en un pesebre. La tradición nos dice que Su pesebre había sido excavado en una roca sólida; allí fue colocado, y muy probablemente los bueyes vinieron a alimentarse en ese mismo pesebre, comiendo del heno y del forraje que constituían Su único colchón.
¡Oh, maravillosa inclinación de condescendencia, que nuestro bendito Jesús fuera ceñido con humildad y se inclinara tan bajo! ¡Ah!, si se humilló, ¿por qué tenía que inclinarse a un nacimiento tan humilde? Y si se humilló, ¿por qué tenía que someterse, no sólo a convertirse en el hijo de unos padres pobres, sino a nacer en un lugar tan miserable?
Esto nos da muchos ánimos. Si Jesucristo nació en un pesebre excavado en una roca, ¿por qué no habría de venir y vivir en nuestros corazones de piedra? Si Él nació en un establo, ¿por qué el establo de nuestras almas no habría de convertirse en una habitación para Él? Si nació en la pobreza, ¿no podrían los pobres de espíritu esperar que Él sea su amigo? Si Él soportó desde el principio esa degradación, ¿consideraría Él un deshonor venir a Sus criaturas más pobres y humildes, y habitar en el corazón de Sus hijos? ¡Oh, no!, nosotros podemos recibir una lección de consuelo de Su humilde origen, y podemos gozarnos…»
(Tomado del sermón: El nacimiento de Cristo)
Es mi oración que vivamos esta navidad y el resto de nuestras vidas meditando en el evangelio, buscando vivir para la gloria de Dios. ¡Feliz navidad!