«Él librará al indigente que pide auxilio, y al pobre que no tiene quien lo ayude. Se compadecerá del desvalido y del necesitado, y a los menesterosos les salvará la vida. Los librará de la opresión y la violencia, porque considera valiosa su vida» (Salmo 72 :12-14 NVI).
Cada vez que un nuevo gobernante llega al poder, en cualquier país, hay mucha expectativa: ¿será un gobernante justo?, ¿cumplirá sus promesas de prosperidad?, ¿sus políticas y decisiones promoverán el florecimiento de todo el país, o solo beneficiarán a los corruptos?, ¿cómo tratará a los pobres y desamparados?, ¿ayudará a los afligidos y necesitados?
Nunca hubo expectativas tan altas hacia un heredero al trono como las que el pueblo de Israel tenía con respecto a Salomón, el hijo de David, a quien fue dedicado originalmente este salmo. Dios, en Su gracia, prometió a David que el trono de su familia permanecería para siempre y que llegaría a gobernar sobre todas las naciones. Esta promesa es un mensaje de esperanza no solo para Israel, sino para todas las naciones. El hijo de David sería identificado como el hijo de Dios, Su representante en la tierra (2 Sam. 7).
El Salmo 72 nos ayuda a entender cómo Israel veía el pacto de Dios con David. El rey de Israel sería perfectamente justo (vv.1-4). Su reino sería eterno y abarcaría todo el mundo (vv. 5-11). Sería un rey exaltado para siempre, y por medio del cual el Señor cumpliría Su promesa a Abraham de traer bendición a la humanidad (vv. 15-17; ver Génesis 12:2-3). Y en medio del salmo, hallamos los versículos destacados arriba, que nos enseñan que este rey sería compasivo y misericordioso hacia los afligidos y necesitados. ¡Sería horrible que el rey soberano fuera despiadado y desinteresado por nuestro bien! Así que el Salmo 72 nos llena de gozo cuando reconocemos la bondad de Dios en Su promesa.
Siglos después, sabemos qué pasó con Salomón. Él falló en representar a Dios. Las promesas del pacto se cumplieron en Su vida de manera parcial. La Biblia relata que el cumplimiento de ellas requeriría la llegada de alguien más grande que Salomón y David (Mat. 12:42; 22:41-46). Eso es lo que tenemos en Jesús. Él es el cumplimiento de estas promesas llenas de gloria. ¡Cristo es el verdadero Rey del Salmo 72! Él tiene toda autoridad en los cielos y en la tierra (Mat. 28:18), y nadie es tan justo y misericordioso como Él. Cristo es capaz de socorrernos perfectamente en la aflicción y está dispuesto a hacerlo cuando nadie más puede hacerlo.
El Rey del universo y de tu vida es el Rey que mostró Su amor al ir a una cruz para redimirnos con Su propia sangre, y asegurar que no seamos consumidos por causa de nuestros pecados al estar ante Su santidad y Su justicia, cuando Su reino futuro en este mundo sea consumado. Por lo tanto, podemos confiar en que Él siempre tiene una buena razón para permitir todo sufrimiento pasajero en nuestras vidas. Podemos descansar en Él, pues Su bondad no tiene final. Una vez que entendemos esta realidad, ¿cómo no alabarlo y vivir procurando confiar cada día más en Su amor?
Medita en esto hasta que tu corazón estalle de adoración al Rey.
Una versión de este escrito apareció primero en el devocional gratuito “Gustad y ved: 30 meditaciones en los salmos sobre la bondad de Dios”, publicado por B&H Español. Descárgalo aquí.