«El hábito diario más importante que podemos poseer, es recordarnos a nosotros mismos el evangelio» — Charles Spurgeon.
Una de las lecciones más importantes que Dios me ha concedido aprender, y que debo seguir aprendiendo, es lo esencial que es predicarme el evangelio a mí mismo. Meditar en Él. Procurar tenerlo siempre en mi mente.
A eso sin duda se refería el apóstol Pablo cuando inspirado por el Espíritu Santo escribió a la iglesia en Filipenses:
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8)
¿Has considerado lo importante que es predicarte a ti mismo el evangelio? Espero mostrártelo a continuación y animarte a tomar esta resolución para el nuevo año: Predicarte todos los días la verdad de Cristo y Su obra, para la gloria de Dios.
¿Por qué te abates, oh alma mía?
Depresión Espiritual: Sus causas y su cura es un libro clásico del Dr. Martyn Lloyd-Jones. Allí él habla sobre lo importante que es predicarnos a nosotros mismos, partiendo del salmo 42, en especial el versículo 5:
“¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío”
Algo realmente llamativo, es que el salmista no se contentó con compadecerse a sí mismo, sino que se recordó lo que tenía que hacer. Es por eso es que Lloyd-Jones escribe:
¿Estamos conscientes de que gran parte de nuestra infelicidad en esta vida se debe a que estamos escuchándonos a nosotros mismos en vez de dialogar con nosotros mismos? Tomemos por ejemplo esos pensamientos que nos saltan al despertar. No los hemos originado, pero ellos comienzan a hablarnos, y nos recuerdan los problemas del día anterior, etc. Alguien está hablando, ¿pero quién? Nuestro yo. Ahora bien, el salmista aborda el problema de la siguiente manera: En vez de permitir que su yo le hablara, fue él quien comenzó a hablar consigo mismo. (…)
Tenemos que volver los ojos a nosotros mismos (…) y exhortarnos a nosotros mismos y, en vez de estar murmurando de modo tan apesadumbrado e infeliz, decirnos a nosotros mismos: “¡En Dios pondré mi esperanza!”[1]Lloyd-Jones, Martyn. Depresión Espiritual: Sus causas y su cura (Libros Desafío, 2004), p.21
Esta lección es más profunda de lo que parece.
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La predicación a nosotros mismos y el gozo en Dios.
Dios nos ha justificado por medio de la fe (Romanos 5:1) y nos ha dado algo que vale más que todo lo que el mundo puede darnos y la muerte no puede quitarnos: ¡Nos ha dado a Cristo! (Filipenses 3:7-8)
Merecemos toda la ira de Dios por nuestros pecados, pero Él en su gran misericordia envío a Jesús a vivir por nosotros y morir por nosotros para perdonarnos sin pasar por algo su justicia (Romanos 3:23-26, 5:19).
Además se nos ha dado la Palabra de Dios, la cual es más deseable que “…el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal” (Salmos 19:10). También tenemos al Espíritu Santo con nosotros, “que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida” (Efesios 1:14).
Hay mucho que decir sobre todo eso, y toda una vida en este mundo no sería suficiente. Por tanto, no tenemos excusa para no vivir con gozo (Filipenses 3:1, 4:4). Un gozo tan poderoso, que se desborde en adoración a Dios y amor hacia los demás, y que haga que las ofertas del pecado luzcan tan ridículas como realmente son en comparación a las promesas de Dios.
Nacimos para hacer todas las cosas para la gloria de Dios (Isaías 43:7, 1 Corintios 10:31). Eso no significa que nacimos para hacer que Dios sea más grande (¡eso es imposible!), sino que significa que nacimos para vivir reconociendo siempre la grandeza de Dios y confiando en Él.
Así que necesitamos predicarnos el evangelio a nosotros mismos todos los días para tenerlo siempre presente. Necesitamos hablarnos a nosotros mismos la verdad, en vez de dejar que las circunstancias a nuestro alrededor o nuestros pensamientos que no agradan a Dios nos hablen a nosotros.
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Quiero que este año nos adentremos más en la Biblia, oremos más, sirvamos y amemos más. Es mi oración que en este año nuevo y todos los días que Dios quiere que vivamos en esta tierra, Él nos conceda luchar por gozo de una forma en que no despreciemos la gracia de Dios. Que nos conceda vivir como pecadores justificados y ser cada día más lo que ya somos en Cristo.
Es mi oración que Dios nos dé el regalo de recordar siempre el evangelio y nos bendiga con la fortaleza para predicárnoslo a nosotros mismos todos los días, y es que todos los días lo necesitamos.
«Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efesios 2:4-10).
Una versión de este artículo fue publicada primero en el 2015.
Referencías