“Todo el mundo cree hacer lo mejor, pero Dios juzga las intenciones” (Prov 21:2)
Está bien que denuncies a los falsos maestros y proclames la verdad, pero por favor, no caigas la manía de jugar a ser el policía de la teología.
Te lo digo por experiencia.
Admito en el pasado que yo jugaba a eso y hasta sentía cierta satisfacción cuando clavaba mi espada doctrinal en el pecho de alguien.
¿Qué es el policía de la teología?
El policía de la teología es una persona que, entre muchas cosas:
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Es rápido para juzgar, opinar y criticar (ignorando que el amor siempre piensa lo bueno).
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Cree que sabe toda la Biblia.
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Cree que todos los que no piensan como él en algunos asuntos doctrinales, son personas que no aman a Dios, o no confían en Su soberanía, o no leen sus Biblias, no son salvos y tienen un corazón de piedra (o bien, puede pensar todas estas cosas al mismo tiempo).
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Busca siempre lo equivocado en lo que creen y piensan otras personas, para luego demostrar lo mucho que sabe.
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Tiene elitismo y orgullo espiritual porque cree que sabe más que los demás.
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Cree que necesita tener la razón (y a veces al insistir en eso termina demostrando su ignorancia).
De hecho, la mayoría de los que se creen la policía de la teología no son más que fariseos modernos. Los fariseos no han dejado de existir. Ellos simplemente se cambiaron de nombre.
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A.W. Tozer en una ocasión hizo este contraste con los fariseos:
“Un fariseo es duro con otros y benévolo con sí mismo, pero un hombre espiritual es benévolo con otros y duro con sí mismo”.
Como puedes deducir, Dios no quiere que seamos como los que juegan a ser la policía de la teología.
Las personas así son las más miserables del mundo y ni cuentan se dan.
Incluso si tengo mi declaración doctrinal perfecta y soy capaz citar versículos para sustentar mi teología y demostrar que tengo la razón, pero no tengo amor, estoy más que equivocado y en realidad no conozco la verdad.
El mundo no necesita a tipos que pretenden ser la policía de la teología.
Sé mejor que eso.
El mundo necesita que le muestres a Cristo, no solo con tus palabras y lo mucho que sabes de la Biblia, sino también con tu amor.