Cuando te encuentres tentado a callar sobre Cristo por la hostilidad de la cultura que nos rodea, te animo a recordar las razones por cuales el apóstol Pablo no se avergonzaba del evangelio. Él es, por la gracia de Dios, un excelente ejemplo para todos nosotros (1 Cor. 11:1).
“Para mí el vivir es Cristo”.
La fe cristiana fue muy polémica en los tiempos de Pablo por todo lo que significa, y lo sigue siendo ahora.
Éste apóstol fue despreciado en Atenas, declarado un hereje en Jerusalén, tuvo que huir en secreto de Berea y Damasco, y soportó muchísimas cosas más. Llegó a ser azotado, encarcelado y estar al borde de la muerte en incontables ocasiones.
También fue apedreado y padeció como náufrago. Fue atacado por ladrones, judíos, no-judíos, falsos cristianos. Tuvo noches y días sin dormir ni comer durante sus viajes. Incluso llegó a sufrir desnudes y frío (2 Cor. 11:21-28).
Sin embargo, Pablo no temía ir a Roma: La capital pagana e inmoral del imperio que regía prácticamente todo el mundo conocido, y donde los cristianos estaban enfrentando persecución.
Pablo deseaba no solo servir a los cristianos que estaban allí (Rom. 1:11), sino que también quería ver nuevas conversiones (1:13). Él sentía que debía compartir con todas las personas el evangelio (1:14) y por tanto tenía un espíritu pronto para eso (1:15). No tenía miedo de nada de lo que le harían en Roma, porque sabía que si moría estaría en el cielo (Flp. 1:23), y si vivía Dios tendría todo bajo control (Romanos 8:28). Él confiaba en las promesas de nuestro Padre.
Pablo estaba más interesado en agradar a Dios que en ser popular, y en medio de todas las cosas que padeció, Él se mantuvo fiel a la predicación de la verdad por amor a Dios y por amor a las personas. Su gratitud y gozo no dependía de sus circunstancias, sino del Señor. Jesús era suficiente para Él (Filipenses 4:11-14). Pablo dijo: “Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (1:21) y que para él todo era perdida en comparación a Cristo (3:7-8).
Aquí tienes cinco razones (de entre muchas) por las cuales él no se avergonzaba del evangelio y tú tampoco deberías.
1. Porque el evangelio es poder de Dios.
“Porque no me averguenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree; del judío primeramente y también del griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe; como está escrito: MAS EL JUSTO POR LA FE VIVIRA” (Rom 1:16-17).
Pablo conocía el evangelio y sabía que es la noticia más grandiosa que hay. Es tan grandiosa, que fue profetizada (Rom. 1:1-2) y todo el universo trata sobre ella, ya que Dios creo todas las cosas, y trazó y ejecutó el plan de redención desde antes de la fundación del mundo, para alabanza de la gloria de Su gracia (cp. Ef. 1).
Cuando una persona dice ser cristiana y conocer el evangelio, pero se avergüenza de éste y casi no lo menciona, es muy difícil creer que su fe es genuina.
Callar el evangelio es un crimen atroz contra Dios y lo grandioso que es el evangelio. Esta buena noticia es tan poderosa, que cambia la eternidad de quienes la creen. Nuestras vidas dependen de conocer el “evangelio de la gloria de Cristo” (2 Cor. 4:3).
En los versículos que mencionaré a continuación, Pablo empieza a explicar porqué es tan necesario el evangelio.
2. Porque la ira de Dios se revela desde el cielo.
“Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres, que con injusticia restringen la verdad; porque lo que se conoce acerca de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente. Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa. Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido” (Rom. 1:18-21).
Todos hemos pecado (Rom. 3:23). Todos hemos rechazado a Dios y merecemos Su ira justa. Dios es misericordioso y ha provisto una forma de salvarnos sin pasar por alto su Justicia, para alabanza de Su gracia (Rom. 3:21-30; Ef. 1:6). De eso trata el evangelio que tanto necesitamos y que estamos llamados a predicar. Sólo Jesús es el camino al Padre (Jn. 14:6).
3. Porque sabía en quien había creído.
«Por lo cual también sufro estas cosas, pero no me averguenzo; porque yo sé en quién he creído, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día» (2 Tim. 1:12).
Pablo no se avergonzaba del evangelio porque conocía a Dios. Nuestro Padre es fiel por siempre y terminará lo que empezó no sólo en nosotros (Flp. 1:6), sino en todo el mundo (de eso trata Apocalipsis).
Nada puede separarnos del amor de Dios porque nada es más grande que Dios (Rom. 8:35-39). Nada de lo que pasa en nuestras vidas se escapa de Sus manos (Rom. 8:28).
Pablo sabía que aunque nuestra visión de las cosas a nuestro alrededor sea pequeña, todo lo que Dios obra en nuestras vidas es perfecto, y si no lo vemos en esta vida, podemos tener certeza de que lo veremos en la eternidad. De eso, que aprendemos en Romanos 8:28, he escrito aquí.
4. Porque creía en la gracia soberana de Dios.
«Y si todavía nuestro evangelio está velado, para los que se pierden está velado, en los cuales el dios de este mundo ha cegado el entendimiento de los incrédulos, para que no vean el resplandor del evangelio de la gloria de Cristo, que es la imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por amor de Jesús. Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo» (2 Cor. 4:3-6).
Algo que impulsaba a Pablo a no avergonzarse del evangelio, era el hecho de que Dios tiene escogidos para salvación y que Su gracia soberana puede vencer cualquier resistencia de las personas.
“Y por medio de una visión durante la noche, el Señor dijo a Pablo: No temas, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo, y nadie te atacará para hacerte daño, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad” (Hch. 18:9-10).
Y eso llenaba de valentía a Pablo. Por eso llegó a decir que todo lo soportaba por amor a los escogidos (2 Tim. 2:10). Pablo estaba abrumado de que Dios lo haya llamado a él a ser un medio para llevar el mensaje de salvación a sus escogidos y eficazmente salvarlos.
Pablo confiaba en que habría éxito garantizado. En que, aunque no todas las personas recibirían a Cristo, muchas de ellas sí lo harían, tarde o temprano, porque Dios las había escogido. Pablo sabía que Dios puede conceder arrepentimiento a las personas, venciendo toda resistencia y dureza en ellas (2 Tim. 2:25-26).
5. Porque era salvo y perdonado.
Pablo sabía que nada de lo que el mundo le haría se comparaba a lo que primero él le había hecho a Jesús (1 Tim. 1:13). Por eso no se desanimaba en medio de las dificultades que afrontó y las cosas malas que la gente le hacía.
Además, Pablo sabía que tendría permiso para quejarse de cualquier cosa que hicieran contra él o sufrimiento que afrontara, el día en que haya hecho por Jesús más que lo que Cristo había hecho por él… y él sabía que ese día nunca llegaría.
Él conocía realmente el evangelio y lo creyó. Si tú también lo crees, te animo a nunca avergonzarte del evangelio. No hay verdad más grandiosa, impactante y digna de ser proclamada que lo que Jesús es y ha hecho.
Escrituras para mayor estudio: Romanos 8, 2 Corintios 1-4, Gálatas 6:14. Romanos 10:11-17.
Publicado originalmente el 19 de marzo de 2015. La pintura que encabeza el artículo es «San Pablo predicando en Atenas», de Rafael (1515). No, los creyentes no tenemos aureolas sobre nuestras cabezas.