Creo que Charles Spurgeon, conocido como “el príncipe de los predicadores” es el predicador al cual más he citado. También creo que junto a John Piper y R.C. Sproul es el autor al que más he leído.
Dios hizo de Spurgeon un ejemplo para muchos de nosotros en muchas cosas, y leyendo uno de sus sermones me topé con una petición de oración impactante que él hizo públicamente desde el púlpito de New Street, que creo que todo líder cristiano necesita leer.
Spurgeon era bíblico, y por tanto creía en la seguridad de la salvación y el amor de Dios. Él estaba agradecido por gozar la bendición inmerecida de ser usado por el Señor y ser útil a Su causa, a la vez que temía que Dios lo abandonara en el servicio, y aquí él explica por qué:
“(…) Dios ha tenido mucho cuidado de que no se diga nunca que la salvación es del hombre, pues usualmente Él bendice a quienes parecen menos calificados para ser útiles [usándolos]. Yo no espero ver tantas conversiones en este lugar como las que hubo el año pasado, cuando tenía menos oyentes. Me preguntarán: ¿por qué? Bien, el año pasado todo el mundo me maltrataba; mencionar mi nombre era mencionar el nombre del bufón más abominable que haya vivido. La simple mención del nombre atraía juramentos y maldiciones; para muchos, era un nombre despreciable, pateado por las calles como un balón de fútbol. Pero luego Dios me dio cientos de almas, que se sumaron a mi iglesia, y en un año, fue mi delicia ver personalmente no menos de mil personas convertidas para entonces. No espero eso ahora. Mi nombre es estimado de alguna manera ahora, y los grandes de la tierra no consideran una deshonra sentarse a mis pies; pero esto me lleva a temer, no sea que mi Dios me abandone [deje de usarme] ahora que el mundo me estima. Yo preferiría ser despreciado y calumniado a cualquier otra cosa. Estaría dispuesto a dejar esta asamblea que ustedes consideran muy grande y excelente, si mediante esa pérdida, pudiera ganar una mayor bendición [de ser útil]. «Lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios;» y por eso creo que entre más estimado sea, peor será mi posición, y mucho menor será mi esperanza de que Dios me bendiga [de esta forma]. Él ha puesto Su «tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.»
Un pobre ministro comenzó a predicar una vez, y todo el mundo habló mal de él; pero Dios le bendijo [usándolo]. Gradualmente cambiaron y lo halagaron. ¡Él era un gran hombre: qué maravilla! Pero, ¡Dios le dejó! A menudo ha sucedido lo mismo. Nosotros debemos recordar, en todos los tiempos de popularidad, que aquel «¡Crucifícale, crucifícale!» le sigue de cerca los talones al «Hosanna,» y que la multitud de hoy, si la tratamos con fidelidad, se puede convertir en un simple puñado el día de mañana, pues a los hombres no les gusta que les hablen claro. Debemos aprender a ser despreciados, condenados, difamados, y entonces aprenderemos a ser hechos útiles por Dios. A menudo he caído de rodillas, con un sudor hirviente brotando de mi rostro, bajo el peso de una reciente calumnia lanzada contra mí; en una agonía de dolor mi corazón ha estado a punto del quebranto; hasta que por fin he aprendido el arte de soportarlo todo y no preocuparme de nada. Y ahora mi dolor corre en otra línea. Es precisamente en la dirección opuesta. Temo que Dios me abandone [en mi servicio], para demostrar que Él es el autor de la salvación; que no se encuentra en el predicador; que no está en la multitud; que no se debe a la atención que yo pueda atraer, sino en Dios, y sólo en Dios. Esto puedo decir de todo corazón: si ser convertido en el lodazal de las calles otra vez, si ser el hazmerreír de los insensatos y ser la canción del borracho, me permitiera una vez más ser de mayor servicio a mi Señor, y útil a Su causa, prefiero eso a las muchedumbres, o a todo el aplauso que el hombre pueda brindarme. Oren por mí, queridos amigos, oren por mí, que Dios me utilice todavía como un instrumento de salvación de almas; pues tengo miedo que diga: «no ayudaré a ese hombre, para que el mundo no diga que él lo ha hecho, pues «la salvación es de Jehová,» y así debe ser, hasta el fin del mundo”.
Tomado del sermón: La salvación es del Señor.
Entrada publicada originalmente el 15 de enero de 2015.