“¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros” (Romanos 8:34)
Eran las seis de la tarde. Mi papá nos llamó a la casa por teléfono y nos dice que acaba de salir del trabajo y va camino a la casa. Luego de que hablamos con él, un rato más tarde, empezamos a escuchar disparos cerca de nuestro hogar. MUCHOS disparos y gritos.
La situación está muy horrible en Venezuela. Constantemente hay ataques de paramilitares que apoyan al gobierno contra los manifestantes de la oposición, y justo cerca de mi casa se estaba realizando uno.
Me preocupé. Tuve miedo de que le pasara algo a mi papá camino a casa.
Por la gracia de Dios, hice lo único realmente útil que podía hacer en ese momento. No sólo lo único útil, sino también lo mejor que podía a hacer.
Empecé a orar fervientemente.
“Señor, tráelo bien a casa… te pido que llegue a casa”
Mientras oraba, me di cuenta de que lo que Jesús está orando en este momento por ti, por mí y por todos los cristianos en todo el mundo no es algo muy diferente a lo que yo oraba por mi papá.
Necesitamos que Jesús ore por nosotros.
La vida es una guerra y al mismo tiempo es un viaje. En el mundo hay aflicción. Piénsalo. Hay balas volando de un lado a otro esperando impactar a alguien. Hay gritos y distracción. Hay un montón de obstáculos para nuestro peregrinaje. Y mientras afrontamos todo eso, una voz está sonando en el cielo. Una voz que está clamando a Dios “Señor, tráelo bien a casa…”.
John MacArthur tiene razón cuando dice que la muerte de Jesús compró nuestra salvación, y su resurrección garantiza nuestra justificación y su intercesión asegura nuestra perseverancia. Sin Jesús no podremos llegar al fin de nuestro viaje aquí.
Hay alguien que está orando por ti. Y si nadie ni nada puede hacer algo contra tus oraciones, mucho menos puede hacer algo contra la oración que Jesús está haciendo.
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Recordando que Jesús ora por ti.
Esta verdad es para nuestro gozo. Jesús nos salvó, nos ha dado vida cuando estábamos muertos, nos compró y además, nunca deja de orar por nosotros.
Podremos caer en ocasiones como cayó Pedro al negar a Jesús, pero Jesús ora por nosotros para que no permanezcamos en el suelo (Lucas 22:31-32). Podremos estar en una barca en medio de la tormenta, pero Jesús ora por nosotros para que sobrevivamos a ella (Mateo 14:22-24). Y Dios siempre escucha la oración de Jesús, Su Espíritu Santo siempre está obrando en nuestras vidas (Romanos 8:26-28).
Nada nos arrebatará de la mano de Jesús si en verdad estamos en ella. Ten fijos tus pensamientos en el amor de Dios y vive con gozo (Filipenses 4:4,8). .
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:27-29)
Mi papá logró llegar a casa. Tal como tú y yo llegaremos a la nuestra (Filipenses 1:6).