No siempre fui la persona a la que lees en este momento, al igual que tú no has sido siempre quien eres el día de hoy.
Hay quienes dicen que las personas nunca cambian, pero yo creo que sí. Yo creo que Dios puede transformar vidas incluyendo los detalles pequeños.
Hace unos años atrás, por difícil que pueda parecer para muchos, yo decía más groserías que una canción de hard rock.
Era tanto mi número de PxM (Palabrotas por Minuto, medida que inventé) cuando empecé a conocer a Dios, que algunas hermanas en Cristo, para motivarme a dejar de decir groserías, me iban a cobrar cierta cantidad de dinero por cada palabrota que yo dijera.
¿Por qué decía groserías? Creo que era por una razón cultural.
Acá en Venezuela, es frecuente ver que las personas se saludan de forma despectiva. Sin embargo, yo no era vulgar del tipo “reggaetonero” o “tukky” (por lo cual le doy gracias a Dios). Jamás saludé a alguien con un insulto.
Yo era vulgar estilo “rockero”. Mi grupo de conocidos eran personas con las que yo hacía rock, ya que toco guitarra electrica. Por lo tanto, las palabras M, F, y S, eran comunes en el vocabulario de la “tribu urbana” a la que pertenecía.
Me sentía rebelde y cool al decir groserías. Ahora lo puedo ver en retrospectiva y eso era TONTO. Muchos de los jóvenes y adolescente que dicen palabrotas, no admiten que las dicen para sentirse geniales, pero lo sé.
Me pareció inútil el tener que dejar de decir groserías cuando la gente me recomendara que dejara esa mala maña. Creí que ese hábito formaba parte de mí, pero la verdad es que era una máscara que yo adopté para encajar de cierta forma en algún lado (sobre este tipo de cosas hablaré un poco en mi libro, el cual podrás recibir como regalo aquí).
Yo pensé que Dios tenía que aceptarme tal cual como soy, pero es porque Él me ama, que quiere que yo sea mejor cada día y está dispuesto a ayudarme a dar lo mejor de mí y transformarme (2 Corintios 2:15).
La Biblia dice:
“No empleen palabras groseras; usen un lenguaje útil, constructivo y oportuno, capaz de hacer el bien a los que los escuchan. No causen tristeza al Espíritu Santo de Dios, que es en ustedes como un sello que los distinguirá en el día de la liberación”. (Efesios 4:29-30)
¿Los cristianos no deben decir groserías?
Jesús, más que darte un montón de reglas sobre cosas que no debes hacer, resume todo en un sencillo pero glorioso mandamiento: AMAR.
Los cristianos podemos hacer de todo, pero la Biblia nos advierte que no todo nos conviene. Algunas cosas nos separan de Dios y resultan en no amar.
“Todo está permitido” —dicen algunos—. Sí, pero no todo es conveniente. Y aunque “todo esté permitido”, no todo ayuda al provecho espiritual de los demás. (1 Corintios 10:23)
Con el tiempo, aprendí que incluso detalles pequeños como decir palabrotas, son formas de no amar al prójimo. Se supone que soy cristiano y que el amor de Jesús fluye en mí porque me ha hecho rama de su vid (Juan 15:5).
A veces me preguntaba:
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¿Por qué voy a seguir con los hábitos del viejo Josué que un día fui?
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¿De qué me sirve aparentar ser algo que no soy para ganar aprobación de algunas personas?
Decir vulgaridades aparta a las personas de conocer a Jesús mediante lo que Él nos ha hecho. (Retweet)
Cuando un cristiano dice groserías, la luz que Dios ha puesto dentro de él no está brillando, sino que está siendo tapada por un mal hábito que echó raíces.
A decir verdad, no tiene sentido decir palabrotas. Hay sinónimos menos vulgares para referirse a ciertas cosas.
Además, pronunciar malas palabras es más feo de lo que creemos.
Por ejemplo: Imagina a un niño de 8 años diciendo groserías. ¿Verdad que se ve muy desagradable? Bueno, así te ven las personas de 30 o 40 años a ti cuando dices una vulgaridad.
Por esto necesitaba dejar de decir groserías.
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Cómo le di la espalda a las malas palabras.
Nunca le pedí a Dios que me ayudara a dejar de decir groserías, pero sí le pedí que hiciera Su voluntad en mi vida y me ayudara a ser de Su agrado, y me cambió.
Sin darme cuenta, dejé de decir groserías poco a poco. Jesús dijo una vez que de la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:45). Por eso, todo lo que salía de mi boca empezó a cambiar gracias a que Jesús me cambió por dentro.
Por esa razón di un vuelco en mi forma de escribir tweets o relacionarme en Facebook, sin importarme que casi una decena de miles de personas me dieran unfollow (lo cual sucedió).
Algunos posts en donde he hablado sobre esos cambios son estos:
La verdad, es más importante lo que Dios piensa de ti que lo que piensa la gente. (Comparte esta frase en Twitter)
Dios no solo quiere glorificarse en los grandes detalles de tu vida, sino también en los pequeños.
Sin Él no hubiese podido darle la espalda a las malas palabras. :)
A veces hay personas que me dicen lo mucho que he cambiado porque conocieron al viejo Josué que fui, y dan gracias a Dios por lo que ahora ven en mí. Eso es algo que Dios quiere que suceda, y no solo conmigo, sino también contigo. Él quiere manifestarse.
Cuando de mi boca escapa una grosería…
No te mentiré: De vez en cuando digo alguna palabrota. Principalmente cuando estoy molesto contra algo o alguien.
Enojarse no es malo, pero pecar sí (Efesios 4:26). Jesús se enojó varias veces pero nunca salió una mala palabra de sus labios producto de su ira. Por eso Jesús es la única persona que puede ayudarme.
Otras veces, me dejo llevar por algún entorno y suelto una grosería a propósito para parecer cool de nuevo, lo cual es algo muy tonto. Creo que todos los cristianos somos un poco “tontos” debido a los contradictorio que podemos actuar a veces, pero es porque Dios no ha terminado con nosotros.
No se engañen: “Las malas compañías corrompen las buenas costumbres”. (1 Corintios 15:33)
Suelo ser muy crítico conmigo mismo y me cuesta perdonarme cuando meto la pata, ya sea de forma pequeña o de forma monumental. Cuando de mi boca escapa una grosería, hago lo que Dios me invita a que haga en ese momento: Hablo con Él y le digo que me ayude a no dejarme llevar por la corriente de este mundo.
Le pido a Dios que me ayude a no impedir que Su amor fluya en mí. Que me ayude a ser paciente con los demás de la misma forma en que Él ha sido paciente conmigo. Que me ayude a desaprender a decir groserías. Que me ayude a no caer de nuevo en los hábitos del viejo Josué.
Luego de eso, continúo con mi día a día dando lo mejor que pueda de mí, confiando en que Dios me está ayudando, y decidiendo perdonarme a mí mismo y dejar atrás lo que ya pasó, para abrazar lo que Dios promete y me muestra a diario: Una vida perfecta en donde nada bueno falta porque tengo a Cristo y Él lo llena todo.
Allí, en esa vida escondida en Jesús, no hay lugar para detalles estúpidos — como decir groserías, por ejemplo.
Pregunta para ti: ¿Qué opinarías de un cristiano que hable igual que las personas no cristianas y se exprese con grosería?
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