«La Biblia no es difícil de entender. Es difícil de aceptar»
— Steve Lawson.
El otro día leía a Charles Spurgeon con mi hermanita de nueve años (Sí, eso es lo que leemos juntos a veces). Estamos estudiando el devocional “Morning by morning”. Por lo general, yo dejo que ella lea primero todo lo que corresponde ese día. Luego vuelvo a leer y le explico lo que dijo el autor.
Ella, a mi lado, leía a Spurgeon: “… ¿No sientes el deseo ni la necesidad de hacerle peticiones a Dios? Entonces que Dios, en su inmensa misericordia, exponga tus miserias porque ¡un alma sin oración es un alma sin Cristo!”
Luego de que mi hermanita leyó eso, hizo una pausa. Me miró con cara de asombro, con las cejas levantadas y me dijo sorprendida: “Eso es duro… pero necesitaba leerlo”.
Es sorprendente la forma en que Dios usa a los niños para enseñarnos a vivir con corazones de niños. Sinceramente, yo quiero ser un poco más como mi hermanita y creo que toda la iglesia necesita serlo.
¿Estás leyendo bien la Biblia?
Uno de los libros más grandiosos sobre Dios, Institución de la Religión Cristiana, de Juan Calvino, empieza con estas palabras:
«Casi toda la sabiduría que poseemos, es decir, sabiduría verdadera y sólida, consta de dos partes: El conocimiento de Dios y de nosotros mismos».
En la palabra de Dios tenemos ambas cosas: Se nos habla de Dios y de nosotros. Muchas veces no nos gusta lo que Dios habla sobre nosotros… como muchas veces tampoco nos gusta lo que Él habla sobre Él mismo.
«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:12)… y por eso es dura leerla bien.
Por experiencia personal, sé que muchos de nosotros hemos visto a Dios y a la Biblia como un buffet en donde nosotros elegimos lo que queramos comer. Por eso este tema es muy importante para mí.
Yo era de esos que ignoraban los pasajes duros de la Biblia: Capítulos en los que Dios asesina a miles de personas y castiga pueblos, o realiza demandas demasiado grandes, o describe lo que es el pecado y nuestra maldad, y pasajes de la Biblia en las que vemos que Dios endurece los corazones de las personas para castigarlas y dirige las acciones de los hombres.
Casi nunca escuchamos a la gente predicar sobre esos pasajes, ¿cierto?
Incluso, en el Nuevo Testamento también hay palabras muy confrontantes, como el capítulo nueve de Romanos o el capítulo seis del evangelio de Juan. En ellos podemos leer frases como las siguientes: “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca” y “Ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre”. De hecho, cuando Jesús habló esto último, una multitud dejó de seguirlo (Juan 6:65-66).
Sin embargo, necesitamos leer no solo que nos gusta de la Biblia, sino también lo que no nos gusta.
«Cuando no me gusta algo en la Biblia, el problema no está en la Biblia. El problema está en mí»
— R. C. Sproul.
Palabras duras dichas por amor.
“La dureza de Dios es más agradable que la suavidad de los hombres”
— C. S. Lewis.
He hablado en el pasado que, como somos imperfectos, toda cultura humana tiende a resaltar y abrazar algunos aspectos del mensaje bíblico por encima de otros… y al hacer eso:
- No estamos creyendo en el verdadero Dios que se nos revela en la Biblia.
- Tenemos una imagen errada de nosotros; una imagen que puede hacernos creer que somos merecedores del amor de Dios y que no somos tan pecadores.
Todos los pasajes duros y que comúnmente no nos gustan de la Biblia, son para nuestro bien porque “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17).
Así que las palabras duras en la Biblia están allí para encender e intensificar en nosotros un respeto y una pasión por Dios. Ellas nos muestran que Dios es soberano, justo, santo (más de lo que creemos), que Él es libre para hacer lo que le plazca, que no nos debe misericordia, que somos realmente pecadores incapaces de salvarnos a nosotros mismos, que realmente nos ama por amor a Su nombre, y mucho más.
Las palabras duras que Dios ha hablado son muestras de Su amor, porque en ellas lo conocemos más y somos invitados a ser realistas con respecto a nosotros mismos.
Hace días leí un proverbio norteamericano que dice que en el corazón no habría arcoiris si el ojo no tuviera lágrimas.Creo que nunca es más cierto eso que cuando lloramos ante la Palabra de Dios y todo lo que ella nos revela — nuestro pecado, la grandeza de Dios, Su misericordia y santidad, y mucho más. Leer de verdad la Biblia es doloroso, pero el gozo más intenso se halla en medio y después de ese dolor. Es el gozo de conocer a Dios.
Es mi oración que Dios nos haga más como niños. Que cuando leamos una verdad incómoda en la Biblia, podamos decir: “Eso es duro… pero necesitaba leerlo”.