Seguro has escuchado la historia de un niño prometido que venció a un malvado señor serpiente conforme a una profecía. El enemigo trató de evitar este desenlace e incluso planificó matar al niño cuando era bebé, pero el niño logró crecer como fue prometido. Y cuando llegó la hora del enfrentamiento final, él venció al maligno por medio del acto de amor más grande: dando su vida por sus amigos. Cuando parecía que sería su fin, logró levantarse de entre los muertos para así disfrutar la victoria que obtuvo sobre el mal.
Es la historia de Harry Potter, una de las sagas de libros más influyentes y vendidas de las últimas décadas. Pero lo mismo podría decirse del evangelio ¿no es cierto? De hecho, la saga de Rowling está llena de “ecos” del evangelio. Piensa por ejemplo en La cámara secreta: el héroe de la historia desciende a las profundidades más bajas para rescatar a su novia aplastando la cabeza de una serpiente, aunque llegó a ser herido por su veneno.
No digo que los libros de Harry Potter son cristianos, ni que la autora de ellos es un ejemplo para nosotros. Pero creo que el “préstamo” que tomó J.K. Rowling de la narrativa del evangelio está en el corazón del atractivo de la saga, solo que muchos no están conscientes de esta realidad.
Lo mismo podríamos decir de Avengers: Endgame —la película más taquillera de la historia, en donde el clímax de la narración presenta al héroe llevando sobre sí una carga que nadie más podía llevar y dando su vida por la salvación del mundo— y de muchas otras historias cargadas también con ecos del evangelio.
Harry Potter y La Saga del Infinito de Marvel no podían terminar de otra manera si los autores de sus tramas querían cautivar profundamente al público. En el fondo de nuestros corazones, sabemos que el acto más heroico y amoroso que alguien puede realizar es dar su vida por los demás. Este es el final más impactante y emocionante posible. Y es tomado directamente de la narrativa central de la Biblia.
El impacto cultura de estas historias revela que todavía hay cierta sensibilidad, a nuestro alrededor, hacia el amor sacrificial. Hay cierto anhelo por un relato donde un héroe muere por nosotros, amor y poder contra los enemigos. Esta es la narración más grande que podemos concebir. Aunque el corazón de un pecador sin Cristo no desea las cosas de Dios y le parecen locura (1 Co. 2:14, Ro. 3:10-18), en nuestros deseos más profundos está el ser amados de esta manera por alguien que pueda acabar con la maldad para siempre.
Si alguien me explica cuánto le apasiona la trama de Harry Potter, creo que podría responderle: “¡Entiendo perfectamente por qué te encanta! ¿No quisieras escuchar la historia original y verdadera del sacrificio máximo de amor? Si te gustó Harry Potter, la historia real te va a cambiar la vida”. En este sentido, podemos decir que la gente en el mundo tiene sed del evangelio verdadero, solo que todavía no lo sabe.
¿No sería un crimen conocer el relato auténtico y no compartirlo?