Facebook trabaja para ser el futuro de la iglesia y crear toda una experiencia religiosa en su plataforma. Así explica un artículo reciente en el New York Times, que incluso relata cómo la megaiglesia Hillsong acudió a Facebook por ayuda para iniciar una nueva sede en tiempos de pandemia. El artículo añade:
La empresa pretende convertirse en la sede virtual de la comunidad religiosa y quiere que las iglesias, mezquitas, sinagogas y otras entidades integren su vida religiosa en su plataforma, desde la celebración de servicios de culto y la socialización más informal hasta la solicitud de dinero. Está desarrollando nuevos productos (como el audio y el intercambio de oraciones) dirigidos a grupos religiosos…
Las asociaciones revelan cómo las grandes tecnologías y la religión están convergiendo mucho más allá del simple traslado de servicios a internet. Facebook está moldeando el futuro de la experiencia religiosa en sí misma, como lo ha hecho con la vida política y social.
Para quienes llevamos años pensando en cómo la tecnología está impactando a la iglesia, esta noticia no es novedad. Hablando específicamente sobre Facebook, Mark Zuckerberg ha expresado su intención de que la red social tenga en la vida de las personas el rol que las iglesias cumplen al dar propósito a sus miembros y fomentar relaciones.
Tiene todo el sentido del mundo que este plan avance en tiempos de pandemia. Recuerdo cuando hace quince años muchas iglesias y pastores subestimaban la utilidad de las redes sociales para la vida de la iglesia, el ministerio y el evangelismo. Más de una década después, y ahora con una pandemia que forzó a millones de cristianos a no congregarse durante meses, se puede decir que el péndulo se fue al otro extremo en muchos círculos evangélicos: hemos visto en las redes sociales una ayuda tan grande, que se nos hace fácil sobrestimar la utilidad de estas plataformas.
Tengamos cautela
En mi próximo libro, Espiritual y conectado: Cómo usar y entender las redes sociales con sabiduría bíblica, dedico un capítulo a hablar sobre este tema con mayor detalle. Pero aquí un adelanto de lo que explico allí: necesitamos guardarnos tanto de subestimar las redes sociales como de sobrestimarlas.
Las redes sociales pueden ser herramientas útiles; seguramente lees este artículo gracias a que alguien lo compartió en una red social. ¡Gloria a Dios por eso! Pero las redes sociales no están diseñadas en principio para fomentar nuestro crecimiento espiritual.
Detrás de las redes sociales hay compañías que invierten millones de dólares en crear y optimizar sus plataformas diseñadas cuidadosamente para hacernos adictos a ellas y socavar nuestra capacidad de atención; una capacidad que necesitamos para deleitarnos más en Dios y así crecer espiritualmente.
Entonces, cuando una empresa como Facebook quiere ayudar a las iglesias para que puedan florecer, antes de brincar de alegría deberíamos por lo menos andar con cautela. Esto es tan irónico como ver a un traficante de sustancias adictivas que luego ofrece ayuda a las personas que las consumen para que puedan crecer espiritualmente.
¿En serio queremos que las personas en nuestras iglesias interactúen más con el pueblo de Dios por medio de las redes sociales, donde nuestra atención es fragmentada y somos empujados a ser personas más superficiales y distraídas?
Factores a considerar
Son varios los factores a considerar para conducirnos con sabiduría en esta área. Por cuestión de espacio, aquí menciono rápidamente tan solo dos de ellos.
En primer lugar, está el hecho de que las redes sociales promueven por diseño una experiencia individualista, con nosotros en el centro. Los algoritmos nos presentan todo lo que vemos de una manera personalizada en incontables detalles para atraer nuestra atención. Hacen esto para que pasemos la mayor cantidad posible de tiempo en estas redes publicando cosas o consumiendo contenido.
Esto forma parte ineludible del engranaje de las redes sociales. Por lo tanto, una experiencia religiosa mediada por las redes sociales difícilmente podrá estar tan centrada en Dios como puede estarlo una vida devocional privada y desconectada, o una reunión los domingos en la iglesia local de manera presencial. De hecho, el contraste entre las reuniones de la iglesia local y la experiencia en redes sociales no puede ser más grande en este punto: toda la liturgia de un culto de adoración en la iglesia tiene como fin (¡o debe tenerlo!) recordarnos la grandeza de Dios y desplazarnos a nosotros del centro.
En segundo lugar, las redes sociales no son el mejor medio para la difusión de verdades eternas. Sí, ellas pueden servir para esto y damos gracias a Dios, pero no fueron hechas en principio especialmente con este propósito. Más bien, pueden socavar de maneras profundas y sutiles nuestra predicación, por lo que debemos ser cuidadosos e intencionales no solo en qué queremos transmitir sino en cómo lo hacemos.
Piensa, por ejemplo, en cómo las redes presentan todo el contenido en ellas como si fuese igual de importante. El meme de un perro gracioso que ves allí es presentado tan importante y grande, y al mismo tiempo tan efímero y trivial, como la noticia política de última hora o la última publicación evangelística que alguien pueda publicar.
Para el mundo que nos mira, puede que la forma en que testificamos de Cristo en Internet no sea muy diferente a cómo se comparten memes allí. Puede que resulte parecida a cómo expresamos simples gustos personales, y hablamos de política, o a la manera en que algunos solo buscan ganar seguidores compartiendo contenido atractivo para cierto público (lo cual para muchos no luce auténtico ni atractivo en realidad). Puede que resulte indistinto de todo el otro contenido pasajero que compartimos en redes sociales para luego olvidarlo por completo.
Así que, antes de lanzarnos a las redes sociales y buscar usarlas para el evangelio de la misma forma en que marcas, celebridades, y empresas las usan para buscar interacciones de las personas, vale la pena que consideremos estos y otros factores. El precio de no hacerlo puede ser caro: fomentar una generación de cristianos superficiales, distraídos e individualistas; personas que están conectadas a los perfiles digitales de la iglesia, pero viven desconectadas de la vida en comunidad de la iglesia donde ocurre el verdadero crecimiento espiritual. Justo cuando el mundo necesita más bien a cristianos que piensen y amen profundamente, estén enfocados en la gloria de Dios y vivan tomando su cruz.
Primero lo primero
No es malo en sí mismo buscar el consejo de empresas para entender cómo servir mejor a las personas dentro y fuera de nuestras iglesias. Moisés recibió consejos de Jetro, quien no formaba parte de Israel (Éx 18). Toda verdad en última instancia viene de Dios, y la gracia común es una doctrina bíblica que nos ayuda a navegar en esta área.
Pero antes de acudir a las redes sociales buscando ayuda para hacer la voluntad de Dios y servirle mejor en nuestra era digital, primero deberíamos asegurarnos de obedecer todo lo que Dios enseña en Su Palabra y acudir primero a Él en oración buscando sabiduría. Y antes de pensar en cómo usar las redes sociales para dar a conocer nuestras iglesias, podemos mejor procurar en primer lugar tener iglesias sanas y sólidas.
¡Puede que muchos nos estemos distrayendo de hacer primero lo primero! Esa es una tentación fuerte en los tiempos digitales y de pandemia que atravesamos. Recordemos que el futuro de la iglesia no depende de plataformas digitales pasajeras, sino que está en las manos del Señor que fueron traspasadas por nosotros para darnos vida eterna.
Este escrito apareció primero en Coalición por el Evangelio.