“Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son” (Juan 17:9)
Las doctrinas de la gracia tienen implicaciones gloriosas para el cristiano y deseo que tú las descubras como lo estoy haciendo, e incluso más. Quiero animarte a ver más en la Biblia sobre estas verdades, pensarlas mucho y orar al respecto para que Dios te guíe en Su Palabra y veas más por ti mismo si estas enseñanzas son ciertas y cuan inmensas son.
Pero antes de hablar sobre expiación limitada, una advertencia: Recuerda que esta serie es una introducción breve a estos temas. Hay mucho más que decir al respecto y que no puedo decir aquí, y es necesario especificar eso, en especial cuando se habla de la controversial expiación limitada.
Por cierto, esta enseñanza hizo que las doctrinas de la gracia tuvieran sentido para mí y veo contradictorio creer estas doctrinas a excepción de la expiación limitada por muchas razones — espero que notes por ti mismo algunas de ellas mientras lees esto.
El término expiación tiene que ver con la obra que Jesús hizo en Su vida perfecta y Su muerte por nosotros en la cruz para quitar nuestros pecados, salvarnos del castigo que merecemos y poner a nuestra cuenta Su justicia (lee más aquí).
Todo esto es lo más importante en el universo. Como vimos antes, es vital comprender, cada día más, cómo Dios salva a pecadores como tú y como yo. En lo que Jesús hizo, en especial en la cruz, la gloria de la gracia de Dios es revelada. Así que, es esencial apreciar la doctrina de la expiación limitada.
Esta doctrina tiene que ver con las preguntas: ¿Qué obtuvo Jesús en la cruz? ¿Dios envió a Jesús al mundo solo para hacer posible la salvación de todas personas, o su plan era más concreto que eso? ¿Para quiénes designó la expiación?
¿Qué significa expiación limitada?
Creo que si se hiciera la entrega de un premio a la doctrina con el peor nombre, lo ganaría expiación limitada. Ese nombre causa confusiones y malinterpretaciones. Por eso algunos teólogos cristianos prefieren usar los términos: redención particular o expiación definida.
Para empezar a hablar de esto, recordemos que todos los cristianos creemos que Dios proveyó una expiación suficiente para todos los hombres en la obra de Cristo y que todo el que crea el evangelio será salvo. En otras palabras, creemos que Jesús tiene poder para salvar a todas las personas, y que serán salvos todos los que tengan fe y se arrepientan (Juan 3:16).
Quienes afirmamos las doctrinas de la gracia estamos 100% de acuerdo con eso, pero también creemos que Jesús logró más que eso: Él no sólo hizo posible en algún sentido la salvación de todas las personas para que sean salvos si creen y se arrepienten, sino que también aseguró la salvación de aquellos para quienes fue designada la expiación. ¿Cómo hizo eso? Comprando en la cruz la fe de los escogidos por Dios. A eso nos referimos cuando hablamos de redención particular.
Podríamos hablar que Jesús murió por todos en el sentido de que la oferta de Dios es real cuando ofrece salvación a todo el que cree, pero Él murió de forma particular por muchos en el sentido de que su expiación compra y garantiza nuestra fe y arrepentimiento, y así todos los demás beneficios de Su obra.
Hay mucho en la Biblia que muestra esta enseñanza, pero creo por experiencia que la forma más fácil de empezar a entenderla es viendo más sobre el rol de Cristo como mediador del nuevo pacto (Hebreos 12:24).
Jesús como mediador del nuevo pacto.
Cuando Jesús instituyó la cena del Señor, dijo que su sangre es “la sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de pecados” (Mateo 26:28). En ese nuevo pacto, Dios promete:
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ezequiel 36:26-27)
(Ver también Ezequiel 11:19, y Jeremías 31:31-34, 32:39-41)
La nación de Israel no cumplió con su parte en el viejo pacto que Dios hizo con ellos, porque tenían corazones endurecidos por el pecado (Jer 31:32). Dios sabía que eso pasaría. De hecho, el propósito de ese viejo pacto era mostrarnos cuanto necesitamos de la gracia de Dios y así comprender mejor lo grandioso del nuevo pacto.
En los términos del nuevo pacto vemos que Dios promete vencer la resistencia de las personas. Promete crear fe y obediencia en nuestras vidas, tomando la iniciativa soberana y cambiando nuestros corazones para que le amemos y obedezcamos voluntariamente (¿recuerdas lo que hablamos de la gracia irresistible?).
El Nuevo Testamento revela que Jesús obtuvo en la cruz esas promesas también para no-judíos:
“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo”. (Efesios 2:12-13, énfasis añadido)
Entonces, estos beneficios del nuevo pacto, — no solo salvación si tenemos fe, sino también un cambio en nuestro corazón para que eficazmente tengamos fe y obedezcamos— fueron obtenidos por Jesús en la cruz para nosotros. En otras palabras, la gracia eficaz por la cual llegamos a creer fue comprada para nosotros en la cruz[1]John Piper, Five Points (Christian Focus; 2013), p. 45.
Por eso la Biblia dice que la fe se nos es dada “por causa de Cristo” (Filipenses 1:29). Él es el autor y consumador de nuestra fe (Hebreos 12:2). Cuando alguien ha creído para salvación, es gracias a Jesús. Él da el arrepentimiento (Hechos 5:30-31). Vemos esto resumido en 1 Pedro 1:17-21:
“… conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados [otra forma de traducirlo es “comprados”] de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios” (énfasis añadidos).
En otras palabras, somos comprados con la sangre de Jesús (Hechos 20:28) no porque creemos en Él, sino que creemos porque fuimos comprados.
Abrumado por un Salvador que no falla.
Si decimos que Jesús murió por todos los hombres en la misma manera, como dicen nuestros amigos arminianos, decimos entonces que los beneficios de la cruz no incluyen la gracia eficaz por la que somos traídos a la fe, ya que obviamente hay personas que mueren sin haber tenido fe en Jesucristo. ¿Ves cómo eso sería limitar la expiación en su eficacia, al limitar lo que Jesús obtuvo en la cruz?
Por otro lado, cuando quienes creemos en las doctrinas de gracia hablamos de expiación limitada, hablamos de un límite en la extensión de esa expiación — obviamente no fue designada para todos los hombres porque no todos creen y son salvos. Pero en realidad, más que limitar de alguna forma la obra de Cristo, nosotros simplemente creemos que la expiación tuvo un propósito definido. Creemos que Jesús hizo más que crear una oferta de salvación para todo el que crea: Él obtuvo todo lo que se había propuesto obtener. Él obtuvo a Su iglesia.
Jesús tenía ovejas y vino a dar Su vida por ellas. Él tenía una novia escogida, y vino a obtenerla. Jesús cumplió Su misión de no perder a ninguno de los que le fueron dados por el Padre (Juan 6:37-40). Nuestra fe prueba que somos elegidos por Dios, y por tanto que Él terminará lo que empezó en nosotros porque Cristo garantiza eso y sostiene nuestra fe.
Así de grande es la salvación que creemos y anunciamos cuando compartimos la Palabra y llamamos a las personas a creer y arrepentirse. No se trata de un amor general, impersonal y difuso hacia el mundo entero, sino de un amor personal e íntimo que quita nuestros pecados — empezando por nuestra incredulidad y así realmente nos salva.
Deja que eso haga explotar tu mente. Tu Salvador no es un señor que trató de salvar a todos pero que no pudo asegurar la salvación de nadie, sino que es un Señor totalmente soberano que no fracasa en Sus planes. Esta verdad es para nuestro gozo al ser para la gloria de Dios.
Quédate en sintonía para el próximo artículo de la serie.
Escrituras para mayor estudio —En la Palabra encontramos muchos más pasajes sobre la redención particular. Aquí tienes algunos de ellos que te servirán como punto de inicio: Juan 10:11,16,26-29; Juan 17; 1 Juan 4:9-10; Apocalipsis 5:9-10; Romanos 8:28-32; Efesios 5:25-27; Efesios 1:3-7; Isaías 53.
Referencías