¿Alguna vez has pensado en lo que enseñas a otros cuando oras en público?
Me resulta llamativo cómo las oraciones públicas que Pablo hace en sus cartas a las iglesias, a quienes él escribió inspirado por el Espíritu Santo, no eran textos aislados, sino que formaban parte del contenido las cartas— parte de la enseñanza del apóstol.
Por eso me parece que Pablo diría que las oraciones antes y después de un sermón, son de alguna manera parte del sermón.
Aprovechando la ocasión para enseñar la verdad
Miremos Filipenses 1:9-11 (por ejemplo):
“Y esto pido en oración: que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento, a fin de que escojáis lo mejor, para que seáis puros e irreprensibles para el día de Cristo; llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios”.
La principal intención de Pablo es pedir a Dios por los creyentes en Filipos, pero no es lo único que sucede. En esa breve oración, Pablo se dirige a Dios al mismo tiempo que instruye a sus lectores. Esos tres versos son muy ricos en enseñanzas e implicaciones, que si leemos detenidamente y con humildad, animan a nuestros corazones en última instancia a la adoración.
En otras palabras, la oración pública debe ser dirigida a Dios, pero es excelente aprovechar la ocasión para también edificar, exhortar y bendecir a quienes nos rodean, sean creyentes o no.
De hecho, siempre enseñamos algo cuando oramos delante de otros. Nuestro prójimo nos oye hablar. ¡Procuremos que lo que digamos sea bíblico primeramente, estimulante y tomando en cuenta el contexto!
Incluso nuestro Señor Jesucristo tomaba en cuenta su entorno y las personas que lo rodeaban, al orar delante de terceros (ver Juan 11:41-42 y Juan 17).
Enseñando a otros cómo orar
Además — y esto es muy importante—, cuando otros nos escuchan orar, les estamos enseñando cómo orar. De hecho, la oración que Pablo hace en los versículos citados me enseña sobre cómo orar por la iglesia.
¿No es cierto que la mayor parte del conocimiento sobre la oración que la mayoría de las personas tienen, no proviene de la Biblia sino de cómo oran otras personas a las que escuchan orar? Eso ha servido para que se propaguen muchas doctrinas erradas (por ejemplo, el famoso “yo declaro”).
Es importante ser bíblicos en nuestras oraciones. La iglesia necesita aprender a orar. Aunque muchos no ven la importancia de eso, parte de hacer discípulos es enseñarles con nuestras palabras y ejemplo, cómo vivir la vida cristiana — en donde es vital la oración conforme a la Palabra de Dios.
Algunas aclaraciones pertinentes
No me confundas: No creo que las oraciones deban ser sermones.
Pretender dar un sermón en medio de una oración es un tremendo error por la sencilla razón de que los sermones son sermones y las oraciones son oraciones. De hecho, busco ser breve cuando oro en público porque no estoy llamado a impresionar a la gente ¡y tú tampoco lo estás!
Las oraciones públicas muy extensas y saturadas, dependiendo del contexto en que se hagan, con frecuencia pueden agotar a los oyentes e incluso evidencian tendencias farisaicas (Mateo 6:5). Ten cuidado ante eso. Lo principal en la oración, sea pública o privada, es dirigirnos a Dios en humildad y adoración. ¡Ay de los que son de tropiezo al orar en público! ¡Ay por aquellos que aman ser vistos por los hombres!
Tampoco me confundas en esto: No estoy invitándote a que tus oraciones públicas carezcan de naturalidad. La espontaneidad en la oración es crucial. Pero veo en la Biblia que Jesús tiene en mente que nuestra oración debe tener cierta mezcla de espontaneidad con planificación (ver Mateo 6:9-13).
Conclusión: Presta atención a tus oraciones públicas
Ocuparnos en nuestras oraciones públicas es mucho más que sólo buscar expresarnos con claridad y sin muletillas — aunque eso es bueno para que quienes nos escuchen entiendan lo que decimos. Ocuparnos en nuestra oración pública tiene que ver con el contenido de nuestras palabras a Dios, conscientes de quienes nos oyen.
La exhortación que te hago no es a que te sientes tres horas frente a un escritorio y armes un bosquejo detallado de cómo vas a orar en público cuando te toque hacerlo.
De hecho, ¿no es verdad que muchas de las oraciones que hemos hecho delante de otras personas no estaban anotadas en nuestras agendas de antemano? Simplemente surgen esos momentos, ya sea en una emergencia, o en una reunión con hermanos, o en una conversación con alguien.
Por eso la exhortación que te hago es que busques tener un corazón preparado en intimidad con Dios y una mente saturada de la Palabra de Dios.
La Biblia es “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16-17). Toda buena obra. ¡Eso seguro incluye la oración pública!
Así que, estemos alertas a la voluntad del Señor, nuestros contextos y las personas que nos rodean (sus necesidades, trasfondos, etc…), y cuando oremos en público, pensemos bien nuestra oración sabiendo que es parte de lo que enseñamos a quienes nos oyen, y que nuestra boca rebose de la Verdad. Con el propósito principal de dirigirnos a Dios en humildad, mientras modelamos cómo orar e instruimos a nuestro prójimo.
Hermano, tu oración pública es parte de lo que predicas a otros.
Publicado originalmente el 8 de diciembre del 2015.