Para saber por qué el 31 de octubre celebramos el día de la Reforma, necesitamos volver casi 500 años al pasado y conocer un poco la historia de Martín Lutero.
Lutero fue un monje atormentado por la santidad de Dios y su propio pecado. Él buscaba la reconciliación con Dios a través de sus esfuerzos personales. Vivía en la ciudad de Wittenberg en Alemania, donde recibió su doctorado en teología en 1512, y empezó a enseñar la Biblia como profesor, cargo que mantuvo hasta el día de su muerte.
En 1517, la vida de la pequeña ciudad de Wittenberg empezaría a cambiar. Aquel año, el Papa Leo X autorizó reducciones en el castigo por los pecados a las personas que diesen dinero para la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma. La forma en que se vendían y promocionaban estas reducciones, conocidas como indulgencias, resultó escandalosa para Lutero. “Tan pronto caiga la moneda a la cajuela, el alma del difunto al cielo vuela”, exclamaba en público John Tetzel, el principal encargado de la venta de indulgencias.
95 tesis que hicieron historia
El 31 de octubre del año 1517, Lutero clavó 95 tesis al respecto en la puerta de la Iglesia del Castillo en Wittenberg. Todos los que fueron a la iglesia al día siguiente, el Día de los Santos según el calendario, vieron las tesis. Era normal clavar avisos en las puertas de la iglesia, pero aquel martillo cambiaría la historia.
Las tesis estaban en latín, la lengua de los estudiosos. Lutero quería un debate académico y no una revuelta pública. En sus tesis argumentó que el arrepentimiento requerido por Dios para el perdón de los pecados involucra una actitud interna en la persona, y no consistía solo en un acto exterior sacramental (como realizar un pago a la iglesia).
El monje agustiniano no actuó como un reformador en ese momento. No lo era. Más bien actuó como un católico que quería ver a su iglesia cada vez mejor. Pero, desde el punto de vista humano, los eventos salieron de control.
Algunas personas tomaron esas tesis y, gracias a la imprenta, en cuestión de días estaban siendo conversadas en toda Alemania. A gente muy poderosa no le gustó lo que Lutero enseñó (empezando por John Tetzel), y lo acusaron de hereje. Muchas otras personas estaban de acuerdo con las tesis. Así, Lutero se vio envuelto en diversos debates que, en la soberanía de Dios, lo presionaron a examinar conforme a la Biblia los cimientos del catolicismo romano.
Por ejemplo, Johann Eck, uno de los oponentes más formidables de Lutero, expresó en un debate en 1519 que el verdadero asunto de disputa era sobre autoridad: O el papa tiene la última palabra, o la tiene la Biblia. Lutero no había considerado eso con detenimiento hasta entonces. Así, Eck fue usado por Dios para conducir a Lutero a profundizar en lo que serían sus convicciones reformadas. El Señor tenía en mente una Reforma, y usó hasta a los enemigos de ella para llevarla a cabo.
Redescubriendo la Palabra y el evangelio
Estudiando la Palabra de Dios, la vida de Lutero fue transformada al conocer que ella es la autoridad sobre todas las cosas (no la tradición o el Papa) y que el evangelio enseña que somos salvos totalmente por gracia, por la fe sola en Cristo Jesús, y no como enseñaba Roma. El evangelio revela el amor de Dios y nos libera de la carga insoportable de pretender ganarnos nuestras salvación. Así nos conduce a obedecer a Dios en libertad y gratitud.
Lutero fue convertido en un Reformador que, por la gracia de Dios, transformó al mundo. Más y más hombres fueron transformados por la misma Palabra y esto dio inició a la Reforma Protestante. Aunque antes de él hubieron algunos hombres con convicciones similares, históricamente se recuerda el 31 de octubre del 1517 como el día que lo inició todo.
Este redescubrimiento del evangelio es considerado como el avivamiento en la iglesia más importante en la historia luego de los días apostólicos de la iglesia temprana. Este evento marcó el surgir del protestantismo y la separación de los protestantes de la iglesia falsa de Roma. Como ha dicho el historiador Carl Trueman, “la Reforma representa un movimiento de colocar a Dios, tal como Él se revela en Cristo, en el centro de la vida y pensamiento de la Iglesia”. Este movimiento impactó al mundo, porque cuando la Iglesia se fortalece en la verdad, brilla con más intensidad y su influencia crece en la sociedad.
Recordando la Reforma
La mayoría de los cristianos no imagina que sin la Reforma Protestante, no solo el verdadero evangelio tal vez no hubiese llegado a nosotros, sino que incluso no habrían Biblias en nuestro idioma y quizás hasta fuésemos analfabetas. ¡Así de importante fue este mover de Dios!
Mientras hayan personas perdidas en sus pecados, y existan congregaciones afirmando un falso evangelio, no viviendo para la gloria de Dios y rechazando la autoridad de las Escrituras, todavía hay necesidad de proclamar el evangelio y defender la autoridad de la Palabra.
Hay mucho más para decir sobre la Reforma Protestante. Lo cierto es que hoy es un día para recordarla, dar gracias al Señor por ella y preservar su Palabra para nosotros hoy, reflexionando sobre la necesidad que tenemos de ser más y más avivados por Él.
Publicado originalmente el 31 de octubre de 2018. Algunos párrafos de este artículo están tomados de mi biografía breve Martín Lutero: Confianza en el poder de la Palabra.