Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre (Mateo 6:9).
Estamos tan familiarizados con el padrenuestro que solemos pasar por alto lo radical que resulta desde el comienzo. Piensa por un momento: si la Biblia no dijera que Dios es un padre y que podemos acercarnos a Él como nuestro padre, ¿cómo nos acercaríamos a Él una vez que entendemos que se trata de una persona? ¿Cómo acercarte a Dios?
Seguramente lo veríamos primero como el gran Creador del universo (y lo es), pero eso por sí solo no significa necesariamente que podamos tener una relación con Él, y mucho menos una de intimidad y afecto profundo. Tal vez, al considerar que fuimos dotados con cierto sentido de moralidad, pensaríamos en Dios primero como el Gran Juez del universo (y también lo es). En ese caso, nos acercaríamos a Su presencia como nos acercaríamos a un policía con evidencias de nuestras infracciones y poder para castigarnos. Nos acercaríamos buscando no molestarlo y ganar su favor.
Jesús está diciendo que el Señor del universo y Creador de todas las cosas es tan accesible para un creyente como un padre lo es para su hijo amado, y que es así como debemos verlo en primer lugar. Dios es más que solo nuestro Creador o Juez. En Cristo, ya tenemos Su favor y acceso a Él. Podemos acercarnos sin temor a pesar de todas las infracciones que cometemos ante Su ley y carácter. Dios es nuestro Padre que está en los cielos mientras es cercano y accesible a nosotros.
Dios en Su gracia nos ha adoptado para que disfrutemos por siempre de la comunión con Él. Esto es lo que da sentido e impulso a nuestras oraciones. Esta es la esencia de nuestra relación con Él por fe, gracias a la obra de Jesús por nosotros. El Hijo de Dios vino a este mundo a mostrarnos el corazón del Padre y hacer lo necesario para que seamos llamados hijos de Dios. En otras palabras, Él no vino solo para salvarnos del infierno, sino también para darnos acceso a Su familia. ¿Cómo acercarte a Dios? Aquí está la respuesta.
Sin embargo, todavía somos pecadores. Por eso tendemos a dudar de esta realidad. Aunque afirmemos creer en el evangelio, en lo más profundo de nuestros corazones puede que aún alberguemos sospechas ante la bondad de Dios y el hecho de que podamos llamarlo nuestro Padre. Muchos creyentes pasan la mayor parte de su vida cristiana pensando primero de sí mismos como criminales perdonados, o como empleados de Dios como el gran jefe del universo, y no viven reconociendo que su identidad —totalmente por gracia— está en primer lugar en que son hijos de Dios. ¡Que este no sea tu caso!
Procura reflexionar a diario en la paternidad de Dios, en lo que tu relación con Él como tu Padre significa. Medita en esto cuando pienses cómo acercarte a Dios. Deja que esta verdad te haga valiente para vivir acercándote con humildad y gozo ante Su presencia, sabiendo que allí encuentras los brazos de tu Padre abiertos para ti.