Si has leído Romanos o Gálatas, verás que a Pablo le importa mucho dejar bien claro a sus lectores que Abraham, el patriarca principal de Israel, fue justificado por Dios antes de ser circuncidado (esto es, antes de recibir la señal del pacto del pueblo judío) y 400 años antes de que la ley fuera dada por medio de Moisés a los israelitas.
Ese detalle de la historia hebrea puede parecer trivial, pero para Pablo no lo es. ¿Cuál es la importancia de este evento al explicar el evangelio? ¿Por qué es este asunto tan importante? La respuesta a estas preguntas, que veremos a continuación, nos ayuda a entender la Biblia y cómo las personas podían recibir la salvación en los tiempos del Antiguo Testamento.
La justificación es solo por la fe
En el corazón del evangelio bíblico está la justificación solo por la fe. Todos estamos bajo la condenación de Dios debido a nuestro pecado, por lo que no podemos salvarnos a nosotros mismos (Ro. 1:13-3:20). Necesitamos ser justificados, declarados justos por Él, para ser salvos del juicio que merecemos. Y si Dios pasara por alto nuestro pecado sin aplicar justicia, Él sería injusto, porque el pecado es una traición de proporciones infinitas ante su santidad.
Es allí donde entra Jesús: Él vivió una vida totalmente justa por nosotros, y llevó el juicio que merecemos, para que ahora por medio de la fe podamos ser declarados justos por Dios sin que Él mismo deje de ser justo (Ro. 3:21-26). Jesús es nuestro sustituto. Así es como Dios muestra su amor y justicia al mismo tiempo. Sin esta verdad, no existe el evangelio de Cristo.
No somos salvos por algo que nosotros hacemos o hicimos, sino por lo que Dios obró por medio de su Hijo. No somos justificados por nuestros propios esfuerzos, sino únicamente por creer verdaderamente en esta buena noticia de quién es Jesús y lo que Él hizo (Ro. 5:1). Por medio de la fe en Cristo, su justicia es puesta a nuestra cuenta delante de Dios y somos redimidos (Ro. 5:19). Creer que podemos salvarnos por nuestras obras o por medio de cualquier otra cosa es contrario al evangelio… y por eso importa entender que Abraham fue justificado en Génesis 15:6 antes de ser circuncidado en Génesis 17.
Esta es la razón por la que todo el capítulo 4 de Romanos está dedicado a este asunto. Lo mismo se menciona también en Gálatas 3, cuando Pablo escribe a la iglesia en Galacia para advertirles sobre la herejía de los judaizantes, quienes enseñaban que la circuncisión era necesaria para la justificación.
La salvación de Abraham y la nuestra
En ambos textos, Pablo usa a Abraham como la ilustración más clara de que la salvación es solo por la fe y de que siempre ha sido así. Esto era crucial para el apóstol porque, cuando escribió estas cartas (y todavía ocurre hoy), algunas personas creían erradamente que su enseñanza de la salvación por fe era algo nuevo que contradecía al Antiguo Testamento.
Al mismo tiempo, la mayoría de los judíos en el tiempo de Pablo creían que Abraham era el ejemplo supremo de piedad, y pensaban que él fue justificado delante de Dios a causa de su propio carácter justo. De hecho, cierto libros apócrifos hebreos enseñaban que Abraham fue perfecto. Por ejemplo, el Libro de jubileos dice: “Porque Abraham fue perfecto en todas sus obras con el Señor, y agradable en justicia todos los días de su vida” (23:10).
A la luz de todo esto, para defender y proclamar el evangelio era necesario explicar que Abraham, a pesar de lo ejemplar que puede ser para nosotros en algunos aspectos, fue un pecador justificado por Dios solo por la fe, al igual que nosotros. Como la historia de Abraham nos muestra, la enseñanza de la salvación por fe es explícita en el Antiguo Testamento (cp. Ro. 1:7; Hab. 2:4).
A riesgo de simplificar mucho, podemos explicarlo brevemente así: los creyentes en la época del Antiguo Testamento eran salvos por su fe en lo que vendría (la promesa de bendición en Cristo), mientras los creyentes hoy somos salvos por la fe en eso que ya vino (la misma promesa). Algunos cristianos tenemos dudas sobre qué tanto sabían los creyentes del Antiguo Testamento sobre Jesús, pero lo que debe ser claro para todos nosotros es que ellos recibieron en esencia la misma salvación en Cristo que hoy tenemos. Abraham, por la gracia de Dios, es el ejemplo más evidente de esto (Gá. 3:6-9). “Porque ¿qué dice la Escritura? ‘Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia’” (Ro. 4:3).
Así Pablo refuta la creencia del judaísmo de sus días —quienes enseñaban que el hombre puede ser justificado por guardar la ley y la circuncisión—, y nos enseña que la salvación por la fe no es un invento de los apóstoles. Además, el apóstol nos apunta a la necesidad de la fe poniéndonos a Abraham como ejemplo. Él no fue justificado por toda su piedad o sus buenas obras, pues fue un pecador al igual que nosotros, y la santidad del Señor demanda perfección. En cambio, él fue justificado solo por su fe, al igual que todos nosotros también. ¡Estas son buenas noticias!
Una versión de este artículo apareció primero en Coalición por el Evangelio.