En las últimas semanas, he seguido de cerca las noticias sobre casos de violencia sexual en el metaverso propuesto por Mark Zuckerberg (específicamente, en la plataforma Horizon Venues, de Meta). Resulta llamativo el caso de Nina Jane Patel, quien trabaja en el desarrollo de tecnologías de realidad virtual.
En diciembre de 2021, ella compartió públicamente su experiencia:
Dentro de los 60 segundos de unirme [a la plataforma], fui acosada verbal y sexualmente. Tres o cuatro avatares masculinos, con voces masculinas, esencialmente […] virtualmente violaron en grupo a mi avatar y tomaron fotos. Mientras trataba de escapar, gritaron: «No pretendas que no te encantó»…
Una experiencia horrible que sucedió tan rápido y antes de que pudiera pensar en poner la barrera de seguridad en su lugar. Me quedé helada.
Fue surrealista. Fue una pesadilla.
Hay muchas preguntas sobre esto que podemos hacernos. Por ejemplo, ¿cómo ocurre una violación sexual en el metaverso? No quiero saber los detalles, aunque desde entonces Meta ha tomado medidas para que su plataforma sea más segura.
Además, ¿si tu avatar es abusado en el metaverso, eso significa que realmente fuiste abusado? Podría argumentarse que sí hubo cierto tipo de abuso a la integridad de una persona, aunque no físicamente. Como explica Patel: «La realidad virtual se ha diseñado esencialmente para que la mente y el cuerpo no puedan diferenciar las experiencias virtuales y digitales de las reales. De alguna manera, mi respuesta fisiológica y psicológica fue como si sucediera en la realidad».
Ella argumenta que lo que pasa en el metaverso no debería tratarse como mera ficción y añade: «La realidad virtual, el metaverso y otras tecnologías están diseñadas para la interfaz humana. Por diseño, para ofrecernos formas de relacionarnos con el mundo, apoyados, integrados y en simbiosis con la tecnología, y no importa cómo progresemos, siempre seremos humanos y los humanos son reales».
Para ser honesto, no creo que todos nosotros siempre seremos humanos en un sentido pleno. Toco este punto en Espiritual y conectado, cuando hablo de cómo la manera en que el mundo suele usar la tecnología resulta deshumanizante. Además, como cristiano creo que hay un sentido real y profundo en que solo podemos ser plenamente humanos a medida que reflejamos al Dios que nos hizo a Su imagen. Por eso creo que una forma de describir el infierno es hablando de una deshumanización eterna de la persona.
Sin embargo, estoy de acuerdo con que siempre que estamos lidiando con una persona en este lado de la eternidad (ya sea en el metaverso, las redes sociales, o el mundo offline), estamos lidiando con personas reales. Esto debería hacernos pensar en nuestro dilema humano, pues quienes cometen abuso sexual en el metaverso son personas de carne y hueso en nuestro mundo, así como las personas que reciben este tipo de abuso.
El dilema humano con la tecnología es este: gracias a Dios, somos capaces de crear maravillas con mucho potencial para lo bueno, pero por nuestro pecado somos expertos en ver las nuevas tecnologías como nuevas avenidas para deshumanizar a otras personas —abusando de ellas, despreciándolas e hiriéndolas física o emocionalmente— y hacer lo que nos hace daño.
Por lo tanto, las noticias de violencia sexual en el metaverso son un recordatorio de que nuestro mayor problema con la tecnología no es ella en sí misma, sino primero nuestros propios corazones. Esto debe conducirnos a reflexionar en que la mayor necesidad en este mundo no es más y mejor tecnología, sino un cambio de corazón.
¿Puedes ver cómo esta realidad revela nuestra necesidad del evangelio y el cambio en nosotros que solo Dios puede lograr?