El grafito de Alexamenos es un graffiti antiguo en Roma, que se considera la primera representación pictórica de la crucifixión de Cristo. El dibujo es el de un hombre crucificado, con cara de burro. Así las personas se burlaban de la cruz de Cristo en la antigüedad, y lo mismo ocurre hoy.
Hoy vemos a personas burlándose de la cruz de Cristo en la televisión, en películas taquilleras, en salones de clases, en redes sociales, en programas de radio, en canciones de moda y prácticamente en toda la cultura que nos rodea.
Es evidente que cuando el mundo no está persiguiendo a los cristianos violentamente, los persigue ridiculizando injustamente nuestra fe. Ciertamente el evangelio “es necedad para los que se pierden” (1 Cor. 1:18).
¿Cómo podemos mantener una valentía al predicar el evangelio con seriedad, compasión y convicción ante un mundo que en su rebeldía e ignorancia ve al cristianismo como algo patético?
En la segunda carta a su discípulo Timoteo, el apóstol Pablo nos muestra que la fuente de la valentía para proclamar a Cristo frente las adversidades culturales no es nuestra autodeterminación humana, sino una mayor comprensión del evangelio en el poder del Espíritu Santo. Mira lo que escribió a Timoteo:
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences del testimonio de nuestro Señor, ni de mí, prisionero suyo, sino participa conmigo en las aflicciones por el evangelio, según el poder de Dios, quien nos ha salvado y nos ha llamado con un llamamiento santo, no según nuestras obras, sino según su propósito y según la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús desde la eternidad, y que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien abolió la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio…” (2 Tim. 1:7-10).
Aquí vemos que cuando Pablo quería alentar a Timoteo a que no se avergüence del evangelio frente a la adversidad, no sólo le da este mandato afirmándole que Dios le ha dado el Espíritu Santo, sino que también le recuerda lo que ese evangelio significa.
Pablo le habla a Timoteo del evangelio de nuestro Señor Jesucristo, para que viva centrado en él, y esto le impulse a predicar la verdad con valentía. Le recuerda que Dios lo ha salvado y llamado, no porque Timoteo haya hecho buenas obras (porque todos somos pecadores y merecemos condenación), sino porque así le plació hacerlo (cp. Efesios 1:3-5).
Dios planeó antes de la fundación del mundo esta salvación por medio de Cristo, quien vino a quitar la muerte de nuestro destino y darnos vida eterna. ¿Qué puede ser más emocionante que esto? ¿Qué puede ser más alentador, consolador y energizante que esta realidad?
El antídoto contra el sentir vergüenza por el evangelio es conocer realmente el evangelio. ¿Por qué Pablo no se avergonzaba del evangelio? “Porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Rom. 1:16). “… No me avergüenzo, porque yo sé en quién he creído y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día” (2 Tim. 1:12).
De hecho, Pablo en su carta a Timoteo continúa insistiendo en que procure no olvidar el evangelio que ha recibido. “Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de los muertos conforme a mi evangelio” (2 Tim. 2:8).
Esto implica que si queremos que nuestras iglesias sean más fervientes en el evangelismo, predicando la verdad de Dios sin sentir temor de lo que las personas inconversas puedan decir contra nuestra fe y puedan hacernos, necesitamos recordarnos el evangelio y profundizar en sus riquezas.
Muéstrame a una iglesia que se avergüence del evangelio y te mostraré a una iglesia que no lo está comprendiendo correctamente.
Somos llamados a ser valientes al predicar la verdad, y la valentía correcta para hacerlo es una valentía que está centrada en el evangelio: una valentía que crece de conocer más y más lo que Cristo hizo por nosotros para que hoy tengamos salvación y vivamos deleitándonos en el amor de Dios.
La historia nos cuenta que Timoteo, por la gracia soberana de Dios, persistió en la predicación de la Palabra. Es mi oración que lo mismo se diga de nosotros en aquel día en que estaremos con Dios cara a cara.
Publicado primero en Soldados de Jesucristo.