Por qué la encarnación importa en nuestra época de virtualidad en la Iglesia.
Durante casi una década estudiando y tratando de pensar en las implicaciones de seguir a Cristo en nuestra era digital, ha sido fácil notar la tendencia creciente en la iglesia latinoamericana de abrazar el potencial de la tecnología para ayudarse en el evangelismo y el discipulado.
Este proceso ha sido más lento que en otras partes del mundo, como en los Estados Unidos o Europa, donde son más normales las «iglesias virtuales». Esto tal vez se deba al escepticismo con que las redes sociales fueron vistas en un principio por ciertos sectores evangélicos de corte tradicional en el mundo hispano. También porque, en nuestros países, hasta hace algunos años, y por lo general, la calidad de conexión a internet no era suficiente para tener servicios y reuniones virtuales/en línea.
Pero el avance de esto se incrementó por mil desde el inicio de la pandemia de COVID-19.
Incluso ahora, cuando muchos cristianos llevamos varios meses de vuelta en las reuniones presenciales de nuestra iglesia local, la virtualidad es vista como una opción más práctica y fácil para muchos creyentes. Lo que fue un plan de emergencia durante los primeros meses de la pandemia, hoy es una opción totalmente normal para muchas iglesias. Puedes escoger congregarte en persona o, en cambio, «disfrutar» la alabanza y enseñanza de tu iglesia desde la comodidad del hogar; una alternativa que antes era menos popular y conocida en nuestros países.
Me pregunto si, en medio de la rapidez con que nos movimos a los espacios virtuales, estuvimos conscientes de lo que esto podía significar para nuestro entendimiento de pertenecer a una iglesia local y para nuestra visión del evangelismo.