Esto lo he querido escribir desde hace tiempo porque me parece que está creciendo un fanatismo desmedido hacia Israel en un montón de congregaciones latinoamericanas que profesan ser cristianas. Para mucha gente que dice seguir a Cristo, los judíos son más cristianos que los cristianos.
Este fanatismo es caldo de crecimiento para enseñanzas judaizantes, legalistas y dañinas como las que el apóstol Pablo denunció en toda la carta a los Gálatas. Por eso debemos ser cuidadosos al respecto.
¿Cuál es el rol de Israel en el plan de Dios?
Un versículo muy usado por las personas que dicen ser cristianas y son esta clase de admiradores fervientes de Israel, es Romanos 1:16. Es cierto que “el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree, al judío primeramente y también al griego” pero allí se habla de un orden cronológico, no de que los judíos sean mejores que los no-judíos (Rom 2:11).
Los judíos tuvieron la bendición inmerecida, que nadie merece porque todos somos pecadores, de ser los primeros en oír el evangelio y conocer las promesas de Dios. Gloria a Dios por eso, no a nuestro amado prójimo judío.
Además, ese versículo dice claramente que la salvación es para aquel que cree. Mientras los judíos sigan rechazando al mesías, no gozan en realidad de las bendiciones de Dios para Sus Hijos y se acumula ira para ellos por sus pecados, de la misma forma que para todo aquel que rechaza la verdad.
La Biblia declara que la iglesia, formada por no-judíos (gentiles) y judíos, es el plan de Dios desde la eternidad (Efe 1:3-14). La iglesia no es el plan B de Dios y la nación de Israel nunca fue el plan A. Dios no se equivoca. Él en Su bondad usó a la nación de Israel para revelarse a nosotros, aparte de la revelación de Él que da en la creación (Rom 1:19-20), pero dar privilegios a Israel nunca fue un fin en sí mismo, sino que todo formaba parte de un plan mayor para bendecir a todas las naciones de la tierra (Gal 3:8) para alabanza de Dios (Efe 1:6). Eso es lo que Dios prometió a Abraham desde el principio:
“Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Gen 12:3).
Veamos rápidamente tres cosas que todo cristiano necesita saber de Israel.
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1. No todos los israelitas son verdaderos israelitas.
Romanos 8 es el capítulo más grandioso de la Biblia. Allí vemos promesas de Dios maravillosas, y entre ellas está el que Él terminará lo que empezó en nosotros (v. 30) y nada nos podrá separar de su amor (v. 38-39).
Luego de escribir esas promesas de Dios, Pablo ve venir esta objeción crucial por parte de los gentiles a quienes él escribe:
“Hey Pablo, espera un momento. Dios también le prometió muchas cosas a Israel, ¿no? Y da la impresión de que nos las cumplió. Israel está corrompido, y de hecho los judíos crucificaron al mesías y muchos de ellos aborrecen el evangelio y viven en perdición. ¿Cómo sabemos que Dios sí cumple realmente sus promesas, cuando vemos que claramente no las cumplió con toda Israel?”
Es previendo esa objeción a todo el cristianismo, que Pablo escribe lo que escribe en el capítulo nueve de Romanos: Una declaración de la doctrina súper-polémica, pero súper-irrefutable, de la elección incondicional (puedes leer sobre ella aquí). Entre las afirmaciones que Pablo hace en ese capítulo, dice que no todos los descendientes de Israel son israelitas de verdad. Sin Romanos 9, Romanos 8 no significa nada.
“No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes” (Rom 9:6-8)
Allí vemos:
- Dios no falló en sus promesas a la nación de Israel porque no todos ellos son israelitas de verdad.
- Recordemos que Abraham tuvo dos hijos, pero las promesas de Dios fueron para Isaac.
- Así que, los hijos de Dios no son contados según la carne (sangre y genealogía), sino según la promesa de Dios.
Pablo básicamente les recuerda algo que ya había dicho en el capítulo dos:
“Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios”
(Romanos 2:28-29).
De hecho, más adelante en el mismo capítulo 9, Pablo habla sobre cómo Dios escogió incondicionalmente a Jacob en vez de Esaú. Ambos eran gemelos y tenían los mismos padres, pero Dios se reserva el derecho de dar misericordia a quien Él quiera, ya que la misericordia por definición no es algo que se deba.
Es por todo esto que Pablo le escribe a los Gálatas que estaban siendo arrastrados por las doctrinas judaizantes que… “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham” (Gal 3:7, ver también Juan 8:39 y Romanos 4).
Los fanáticos con Israel deberían ver que no hay forma alguna de que estos pasajes de la Escritura digan lo que no dicen.
Así que si crees que la nación de Israel es el verdadero Israel de Dios, no deberías creer en ninguna promesa de Dios para tu vida.
¿Ves lo crucial que es comprender esto?
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2. No somos mejores que los Israelitas.
Así como el judío no es mejor o más apto que el no-judío, ocurre en viceversa. Esa es la tesis de Pablo en Romanos 11:17-24
Si abrazamos el evangelio mientras hay judíos que lo rechazan, es por la misericordia de Dios, quien nos ha escogido para eso (Rom 11:7, Efesios 1:5). Por tanto, deberíamos ser humildes y agradecidos.
Recordemos que fuimos rescatados de las tinieblas solo por gracia (Efe 2:8) y que todas las bendiciones que tenemos son por la obra de Cristo:
“… estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo” (Efesios 2:12-13).
Así que, no seamos orgullosos ni nos creamos mejores que los demás.
3. Dios no ha desechado a toda la nación de Israel.
Eso lo deja Pablo muy claro cuando escribe:
“Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo, al cual desde antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura, cómo invoca a Dios contra Israel, diciendo: Señor, a tus profetas han dado muerte, y tus altares han derribado; y sólo yo he quedado, y procuran matarme? Pero ¿qué le dice la divina respuesta? Me he reservado siete mil hombres, que no han doblado la rodilla delante de Baal. Así también aun en este tiempo ha quedado un remanente escogido por gracia” (Romanos 11:1-5)
La misericordia de Dios es tan grande, que Él guarda un remanente del mismo pueblo que crucificó a Cristo. Sin duda alguna, la gracia de Dios es abrumadora. Oremos mucho por ese remanente, y no solo por Israel, sino también por todas las naciones de la tierra.
Que la inmensa gracia que Dios ha mostrado en nuestra salvación nos impulse a ser agradecidos, humildes y vivir en adoración a nuestro Salvador digno de toda alabanza.