Imagina a dos cristianos, Juan y Pedro. Ambos quieren honrar al Señor y por eso buscan predicar la verdad con seriedad, en todo tiempo, con paciencia y doctrina, tal como enseña la Biblia (2 Ti. 4:1-2).
Juan parece ser más exitoso en su predicación, pero Pedro no tanto. Juan ve muchas conversiones entre sus familiares, amigos y compañeros del trabajo, mientras Pedro ve a pocas personas siendo cambiadas por el evangelio.
Quiero que te hagas esta pregunta: Cuando Juan y Pedro estén en la presencia del Señor, ¿cuál de los dos será galardonado por nuestro Dios? ¿Cuál de los dos habrá obedecido? La respuesta es… ambos.
¿Por qué te hablo sobre esto? Porque, aunque no todo cristiano es llamado a ser pastor, todo cristiano es llamado a compartir las gloriosas noticias de Cristo y su obra, y ese es un llamado serio. Sin embargo, podemos llegar a verlo más complicado de lo que realmente es y paralizarnos por eso.
Dios no demanda resultados de nosotros, sino que compartamos la Palabra con gracia y convicción. Déjame compartir contigo algunas razones por las cuales este llamado es sencillo para cada uno de nosotros.
1. Es sencillo porque nuestro Señor prometió nunca abandonarnos
“Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:19-20, énfasis añadido).
Esto significa que cuando estás predicando a Cristo, Él mismo está contigo a tu lado para alentarte y guardarte. De todos los señores que pueda haber, Cristo es el único soberano que jamás te abandonará en medio de la batalla.
2. Es sencillo porque en la Biblia ya tienes todo lo que debes decir
Pocas veces pensamos en lo liberador que es no tener que tratar de inventar cosas nuevas al predicar, sino simplemente proclamar lo que nuestro Señor ya ha hablado en Su Palabra. Recordemos que…
“Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra” (2 Ti. 3:16-17).
3. Es sencillo porque los resultados dependen de Dios, no de ti
Si los resultados de nuestra predicación dependiesen de nosotros, tenemos todas las razones del mundo para intimidarnos.
Somos pequeños, débiles, falibles. Jamás podremos cambiar los corazones de las personas y hacer que crean genuinamente, sin importar nuestra oratoria o erudición al hablar el evangelio.
Pero gloria a Dios que en realidad los resultados dependen de Él.
“El siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad” (2 Tim 2:24-25, énfasis añadido).
Hermanos, nuestro trabajo es regar la semilla y orar. Con hacer eso, ya somos siervos fieles y hemos sido obedientes. Dios se encarga de todo lo demás.
Se dice que Martin Lutero afirmó en una ocasión: “mi trabajo es llevar la Palabra a los oídos y Dios se encargará de llevarla de los oídos a los corazones”.
4. Es sencillo porque Dios mismo prometió que habrían resultados
No sólo los resultados de nuestra predicación no dependen de nosotros, sino que Dios mismo prometió que todos sus escogidos atenderán el mensaje, según Su voluntad, y tendrán vida eterna (Jn. 6:31; Ro. 8:30).
Es por eso que el apóstol Pablo decía: “Todo lo soporto por amor a los escogidos, para que también ellos obtengan la salvación que está en Cristo Jesús, y con ella gloria eterna” (2 Ti. 2:10).
En otras palabras, habrá éxito cuando prediquemos. Veremos los frutos de nuestra predicación en el tiempo que Dios determine para alabanza de la gloria de Su gracia.
5. En sencillo porque podemos orar al Señor para que nos fortalezca
En Efesios 6:19-20, leemos que el apóstol Pablo pide oración a la iglesia “para que me sea dada palabra al abrir mi boca, a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio, por el cual soy embajador en cadenas; que al proclamarlo hable con denuedo, como debo hablar”.
Tú y yo podemos orar pidiendo lo mismo para nosotros. Nuestros Señor enseña: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho” (Jn. 15:7).
Así que nunca olvides que en cualquier momento puedes acercarte a Dios en oración, confiando en que Él te escucha gracias a la obra de Cristo, para rogar que te conceda valentía y fortaleza para predicar la verdad.
No sólo sencillo, sino también glorioso.
Podemos ser usados por Dios para impactar eternamente la vida de las personas en nuestros trabajos, en nuestras familias, en donde sea que estemos. ¿Qué puede ser más emocionante? ¿Hay un privilegio más grande?
El misionero David Livingstone dijo muy bien que “si una comisión dada por un rey terrenal es considerada un honor, ¿cómo puede una comisión dada por un rey celestial ser considerada un sacrificio?”.
Hermano, el llamado a compartir el evangelio es sencillo… y al mismo tiempo glorioso. No tenemos excusa para no predicar la Palabra.
Que el Señor nos conceda ser fieles a Él.
Publicado primero en Soldados de Jesucristo