«Cree en Jesús y todos tus problemas se solucionarán. Él quiere para ti tu mejor vida ahora mismo». ¿Cuántas veces no hemos escuchado algo así?
Sin embargo, si has caminado con Jesús por más de una semana en tu vida, ya sabes que esta idea común es tan falsa como los efectos especiales de Sharknado.
La vida cristiana está marcada por pruebas y desafíos que Dios orquesta. Él nunca ha tenido a un hijo que no haya tenido que atravesar por pruebas con tal de hacer la voluntad de Dios.
¿Por qué esto es así? Porque las pruebas revelan nuestro corazón y son oportunidades únicas para adorar a Dios con más intensidad, conociendo de primera mano y de manera especial Su suficiencia para nuestras vidas.
Las pruebas no son una materia opcional para graduarte con una corona de gloria al final de tu caminar espiritual en la tierra. En cambio, son una materia requerida.
Por lo tanto, la pregunta cuando se trata de las pruebas no es si ellas vendrán o no a nosotros (puede que cuando leas esto ya te encuentres en una prueba). La pregunta es: ¿Cómo vas a responder a ellas? Es decir, ¿cómo crecerás espiritualmente en medio del fuego?
Santiago nos ayuda en los primeros párrafos de su epístola a encarar estas preguntas. Estas son tres maneras inseparables en que somos llamados a responder a las pruebas:
1) Responde a la prueba con gozo
Una de las grandes paradojas de la vida cristiana es que las pruebas deben ser motivos de gozo para nosotros. Esto es así por lo que Dios está haciendo en nosotros por medio de ellas: Él nos está llevando hacia la madurez espiritual.
Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte (1:2-4).
El Dios que orquesta tus pruebas tiene un propósito bueno para ellas. Ellas son un gimnasio para nuestra fe: exponen nuestra debilidad y nos llevan a sacar fuerzas en Dios. Entonces el músculo de nuestra fe se hace más fuerte y aprendemos a ser más pacientes y estar más gozosos en el Dios que nos ama.
Desperdiciamos nuestras pruebas cuando no las vemos como una bendición de parte del Dios que sabe qué es lo mejor para nosotros.
2) Responde a la prueba pidiendo sabiduría
Las pruebas no solo exponen nuestra debilidad, sino también nuestra necedad; es decir, lo poco que vemos la vida conforme a la Palabra de Dios.
Por lo tanto, ellas son ocasiones especiales para pedir a Dios que nos dé la sabiduría que necesitamos para vivir como Él nos llama a hacerlo. Esta es una oración que Él se deleita en responder cuando la presentamos sin titubear.
Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero que pida con fe, sin dudar. Porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor, siendo hombre de doble ánimo, inestable en todos sus caminos (vv. 5-8).
La sabiduría que somos llamados a pedir no se trata de simplemente tener conocimiento intelectual. En cambio, a lo largo de la Biblia, vemos que se trata de la capacidad para aplicar en toda circunstancia las cosas que creemos.
En otras palabras, la sabiduría es lo que hará la diferencia entre si afrontarás las pruebas como alguien que simplemente conoce sobre Dios, o si las afrontarás como alguien que conoce a Dios, temiéndole y aplicando Su Palabra en el día a día.
3) Responde a la prueba atesorando lo eterno
Por último, un error común es suponer que las pruebas solo se tratan de circunstancias adversas: una enfermedad, una crisis económica, la pérdida de un familiar, etc. Santiago confronta esta idea al mostrarnos que cuando habla de pruebas, también se refiere a momentos de prosperidad y aparente éxito.
Cada circunstancia en tu vida, adversa o favorable, sacará a relucir en cierta medida lo que hay en tu corazón y te llevará crecer hacia una dirección. Vas a crecer en sabiduría y humildad delante de Dios, o vas a seguir cultivando tu orgullo y necedad. Por eso Santiago dice a continuación:
Pero que el hermano de condición humilde se gloríe en su alta posición, y el rico en su humillación, pues él pasará como la flor de la hierba. Porque el sol sale con calor abrasador y seca la hierba, y su flor se cae y la hermosura de su apariencia perece. Así también se marchitará el rico en medio de sus empresas (vv. 9-11).
Cuando estás en crisis económica, puedes escoger afanarte en ella e idolatrar el dinero creyendo que esa es tu mayor necesidad. De esa manera puedes olvidar a Dios y la posición que tienes delante de Él en Cristo. O puedes escoger mejor gloriarte más en Dios al experimentar cómo Él es suficiente para ti.
Por otro lado, cuando estás bien económicamente, puedes llenarte de orgullo y olvidar a Dios, y creerte suficiente por ti mismo o poner tu seguridad en las riquezas. O, en cambio, puedes gloriarte en tu humillación. Es decir, puedes reconocer lo pasajero que eres por ti mismo y ser humilde ante Dios por todo lo que Él te ha dado.
El punto es que frente a cada circunstancia, tenemos una decisión: crecer en sabiduría y humildad, o crecer en la dirección opuesta. Toda prueba tiene el fin de que podamos crecer en nuestro amor al Señor. Por lo tanto, es una oportunidad para poner nuestros ojos en lo eterno por encima de lo pasajero, pues nuestra mayor riqueza no está en esta vida. En Cristo tenemos una posición alta que nunca cambia como nuestras circunstancias que vienen y van.
Solo en Jesús, por medio de su obra salvadora por nosotros, hemos sido reconciliados con Dios y somos Su pueblo para siempre. ¡Esto siempre es suficiente! Respondemos a las pruebas con sabiduría cuando atesoramos lo eterno.
¿Cómo responderás a tus pruebas?
Dios es un Dios que prueba a Su pueblo, como vemos a lo largo de la Biblia. No lo hace para que fallemos o porque Él necesita saber qué hay en nuestros corazones.
Al contrario, es para que nosotros podamos reconocer la suficiencia de Dios, testificar de Su bondad, y ver mejor qué hay en nuestros corazones (cuáles son nuestros pecados y en qué cosas buenas hemos crecido) y traigamos todo eso delante de Dios. Así creceremos en nuestro amor por Él y avanzaremos hacia la madurez.
Por lo tanto, ¿cómo responderás a tus pruebas? Deja que esta enseñanza práctica de Santiago sea un mapa para ti que te anime a gozarte en medio de la prueba, pedir sabiduría a Dios y pensar más en la eternidad.