“Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).
Hoy quiero compartir brevemente contigo tres verdades que vemos en el Getsemaní:
1. En el Getsemaní somos apuntados hacia la cruz.
Cristo oró como lo hizo justo antes de ser traicionado, porque sabía que en la cruz bebería toda la copa de la ira de Dios que tú y yo merecemos. Él es nuestro redentor. Él sabía que moriría por sus ovejas porque para eso vino. Él sería “[hecho] pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21).
Jesús dijo: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas… Nadie me la quita [la vida], sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (Juan 10:11,18).
Él no vino a morir como mártir. Su muerte no fue un accidente. Él se entregó y encomendó a la voluntad perfecta y buena de Dios Padre. En el relato de la oración de Cristo en el Getsemaní nuestra atención es dirigida a cuanto le costó a Dios perdonarnos sin pasar por alto su justicia. ¡Sublime gracia!
2. En el Getsemaní Jesús nos da el ejemplo.
Allí Jesús venció sobre la tentación y nos da el ejemplo a seguir: Es infinitamente mejor sudar sangre que no hacer la voluntad de Dios.
¿Estamos viendo a Dios tan digno de toda nuestra adoración y obediencia como Jesús lo veía? Si no lo vemos así, oremos por eso con todo nuestro corazón. Recordemos siempre que las promesas de Dios son mejores que las del pecado. Jesús sabía eso (ver Isaías 53:11-12).
3. Jesús fue traicionado por Judas en el Getsemaní.
Creo que muy pocas personas piensan en esto: Judas podría señalar el sitio exacto en el que Jesús oraba y con certeza podemos decir que escuchó a Cristo orar muchas veces allí (Juan 18:2-3). Eso es impactante.
Necesitamos recordar, y hacerle saber a las personas, que es posible conocer mucho sobre Jesús y aun así nunca amarlo a Él verdaderamente. Judas es un ejemplo de eso. Esa es una advertencia seria.
Siempre necesitamos de la gracia de Dios para ver lo que sucedió en el Getsemaní como lo que realmente es, en vez de mirarlo con indiferencia como lo hacía Judas. Si nos estamos maravillando del amor de Dios, es gracias a Él. Seamos agradecidos por eso, y sigamos clamando a Él para que abra más y más nuestros ojos.
Orando contigo para que hoy entendamos más lo que pasó en Getsemaní y nuestro amor por Dios sea más profundo.