En las redes sociales no solo somos empujados a buscar la aprobación de otros compartiendo una imagen agradable de nuestras vidas, sino también expresando nuestra ira e indignación (¡miren lo enojado que estoy ante esta situación mientras otros son indiferentes!). Esta es una forma potente en que ellas alimentan nuestro enojo, estemos conscientes de esto o no.
¿Cómo entender la relación entre las redes sociales y nuestro odio en ellas? Un principio básico de la naturaleza humana es que la forma en que actuamos y nos expresamos sobre los demás moldea nuestros pensamientos y emociones hacia ellos. (Ejemplo: si hablas como si odiaras a alguien, vas a terminar odiando a esa persona a medida que piensas en lo peor de ella mientras ignoras que también hay cosas malas en ti).
Es por eso que en las redes sociales es fácil ver cómo las “discusiones políticas en línea (a menudo entre desconocidos anónimos) se experimentan como más enojadas y menos civiles que las de la vida real; redes de partisanos crean juntos cosmovisiones que pueden volverse cada vez más extremas; florecen las campañas de desinformación; las ideologías violentas atraen a los reclutas”, afirman Jonathan Haidt (célebre psicólogo social y autor) y Tobias Rose-Stockwell, (escritor sobre la ética en la tecnología) en un excelente ensayo para The Atlantic. Ellos explican:
“El problema puede no ser la conectividad en sí, sino la forma en que las redes sociales convierten tanta comunicación en una actuación pública. A menudo pensamos en la comunicación como una calle de doble sentido. La intimidad se desarrolla a medida que los socios se turnan, se ríen de los chistes de los demás y hacen revelaciones recíprocas. Sin embargo, ¿qué sucede cuando las tribunas se erigen a ambos lados de esa calle y luego se llenan de amigos, conocidos, rivales y extraños, todos juzgando y ofreciendo comentarios?
El psicólogo social Mark Leary acuñó el término sociómetro para describir el indicador mental interno que nos dice, momento a momento, cómo nos está yendo a los ojos de los demás. Leary argumentó que realmente no necesitamos autoestima; más bien, el imperativo… es lograr que otros nos vean como socios deseables para varios tipos de relaciones. Las redes sociales, con sus exhibidores de ‘me gusta’, amigos, seguidores y retweets, han sacado nuestros sociómetros de nuestros pensamientos privados y los han publicado para que todos los vean.
Si constantemente expresas enojo en sus conversaciones privadas, es probable que tus amigos te encuentren agotador, pero cuando hay una audiencia, los beneficios son diferentes: la indignación puede aumentar tu estatus”.
Un ambiente donde el odio se expande
Hablar mal contra otras personas o cosas que no te gustan en Internet es demasiado fácil. Y siempre hay personas que pueden estar de acuerdo contigo y darte un “me gusta”. Esto puede reafirmar tus prejuicios y motivar a seguir despotricando para elevarte a ti mismo ante los demás.
De hecho, el contenido negativo, polémico e impactante siempre se difunde con más facilidad en redes sociales. Esto se debe a la forma en que funcionan, este contenido gatilla con mayor facilidad reacciones de nuestra parte y atrapa nuestra atención. Repito, esto ocurre por diseño (los algoritmos que controlan lo que miras en Facebook, Twitter, YouTube, etc. priorizan lo que más llamará tu atención).
De esa forma, las redes sociales, debido a nuestro pecado, nos empujan a ser “pirómanos que compiten para crear las publicaciones e imágenes más incendiarias […]. Los matices y la verdad son víctimas en esta competencia para obtener la aprobación de la audiencia”.
Vemos a figuras públicas —desde presidentes a estrellas de cine— metidas en esto, pero el problema también nos alcanza a nosotros. “Las fuerzas normales que podrían impedir que nos unamos a una multitud indignada, como el tiempo para reflexionar y refrescarnos, o los sentimientos de empatía por una persona humillada, se atenúan cuando no podemos ver la cara de la persona, y cuando se nos pide, muchas veces al día, que tomemos un lado al “darle me gusta” públicamente a la condena”, escriben Haidt y Rose-Stockwell.
Los cristianos frente a las redes sociales y nuestro odio
Por supuesto, los cristianos debemos levantar nuestra voz contra las cosas que están mal en nuestro mundo. Sin embargo, necesitamos estar alertas al hecho de que señalar la falta de otros en redes sociales es más fácil que examinar nuestro propio corazón y reconocer nuestro pecado. Esta puede ser otra manera de justificarte a ti mismo ante el Señor y las personas. Puede ser una forma de decir: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano” (Lc. 15:11-12).
En otras palabras, las redes sociales nos empujan a ser personas más odiosas y desagradables, nos identifiquemos como religiosos o no. Aunque los CEOs de las redes sociales han expresado que desean acabar con este efecto particular que ellas promueven, esta realidad permanece hoy como una de sus peores características.
Como creyentes, debemos estar alertas al respecto recordando las palabras de Jesús:
“Ustedes han oído que se dijo: ‘Amaras a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pero yo les digo: amen a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que ustedes sean hijos de su Padre que está en los cielos; porque Él hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué recompensa tienen? ¿No hacen también lo mismo los recaudadores de impuestos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen más que otros? ¿No hacen también lo mismo los Gentiles? Por tanto, sean ustedes perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:43-48).
Esto es algo imposible de obedecer en nuestras propias fuerzas, pero Cristo vino a este mundo a morir por nosotros para que tengamos perdón y podamos vivir en amor a nuestro prójimo. Oremos que esto se note en nuestra forma de usar las redes sociales.